TusTextos

Democracia Extrema - Iii y Final

Él sabía que iba a morir. Su destino estaba claro desde hacía ya tiempo. Además, ningún condenado había superado el período de “Democracia Extrema” con vida.

Pocos minutos después de ser abatido por aquella mujer, un pequeño ordenador portátil de pocos cientos de dólares, y que se encontraba oculto en una taquilla de un gimnasio al otro lado de la ciudad, cambió para siempre el rumbo del mundo.

Estaba programado para recibir cada 15 minutos un email con unos códigos alfanuméricos concretos. De no recibirlos de forma exacta en ese intervalo, él enviaría otro correo electrónico a una lista ya fijada de destinatarios.

Al morir él, y tal y como estaba planeado, el pequeño ordenador no recibió los códigos que él enviaba desde su BlackBerry, y se puso en marcha el mecanismo que enviaría un correo electrónico a las principales agencias de prensa, cadenas de televisión, radios, bloggers y gobiernos del mundo.

El contenido de dicho email era el siguiente:

Mi nombre es Mike.

Si buscan mi nombre en la prensa o en Internet, verán que soy un criminal sin escrúpulos. Uno más de los que ha sido sometido al programa “Democracia Extrema” en el que el pueblo decide si merezco seguir o no con vida.

En el momento de recibir este mensaje, el pueblo ya habrá decidido...

Sin embargo, ahora que estoy muerto tengo algo que decir, y por favor, permítanme que les robe unos minutos de su tiempo. Les prometo que lo que viene a continuación les compensará.

Desde mediados de los 90, mi padre era el director de una de las aseguradoras más importantes del país, bajo la que estaban respaldadas algunas de las mayores propiedades del gobierno, y cuyas oficinas principales se encontraban en el World Trade Center de Nueva York. Ni que decir tiene las cifras que se manejaban y la responsabilidad que implicaba.

La noche del 10 de Septiembre del 2001, dos agentes del FBI se presentaron en nuestra casa preguntando por mi padre. De no muy buenos modos, le pidieron que no fuese a trabajar al día siguiente o que, al menos, retrasase su entrada al menos un par de horas. Mi padre llevaba desde el primer día entrando en su despacho a las 8:00 cada mañana; sin hora de salida.

Tras un rato de conversación en una habitación los agentes se fueron y, a la mañana siguiente mi padre se levantó a la misma hora de siempre, aunque se pasó más de 2 horas caminando por la casa con evidente nerviosismo.

No hace falta explicar los acontecimientos ocurridos ese día.

Desde ese día, la vida de mi padre y de toda la familia cambió. Por un lado, era una persona protegida por el gobierno, y por ello estaba profundamente agradecido. Por otra, se había convertido en cómplice de una de la que quizás sería la mayor conspiración de la historia: El gobierno americano sabía a ciencia cierta lo que iba a ocurrir el 11 de Septiembre, no haciendo nada por evitarlo.

Mi padre no podía soportar el peso de su conciencia al ver las noticias, los miles de víctimas, de familias destrozadas, y al presidente haciendo declaraciones en la televisión, mintiendo al a humanidad.

Poco a poco, mi padre se fué encerrando en sí mismo. Triste y angustiado encontró en la bebida una compañera que le hacía más llevadera la terrible situación que estaba viviendo.

Yo sabía que llegaría el día en que él no podría más, y terminaría sacando a la luz la auténtica verdad del 11-S.
Pero no le dio tiempo. Un ataque al corazón terminó repentimanente con su vida en el año 2005. Desde entonces, yo he sentido esa presión sobre mis hombros de saber la que sin duda es la mayor noticia de la historia, pero por no saber en quién confiar esta información o por simple miedo, he continuado en silencio hasta ahora.

Sin embargo, he llegado a un punto en el que ya no me importa absolutamente nada, no creo en nada y no confío en nadie.

Mi mujer ha muerto hace 2 años en un accidente de tráfico, y hace 8 meses que me han diagnosticado un cáncer incurable en mi cerebro, lo que equivale a estar condenado a muerte.

Es por ello que me he propuesto a contar toda la verdad, todo lo que este gobierno ha ocultado y negado durante todos estos años. Conocía a varios periodistas que estarían encantados de conocer mi historia, y una tarde decidí enviarles un email con el asunto: “11-S. Se rompe el silencio ”. En el mensaje, les citaba al día siguiente para tomar café y contarles todo lo que mi familia se había callado durante años.

Cual sería mi sorpresa a la mañana siguiente, al descubrir que varios coches patrulla me estaban esperando a la puerta de mi casa, deteniéndome inmediatamente y mencionándome los cargos de secuestro, violación y pedofilia. Fuí conducido a la comisaría esposado, y al llegar ya me estaban esperando para encerrarme en un calabozo.

A las pocas horas, me sacaron para tomarme declaración. Tres policía me metieron a empujones en una sala y arrojaron encima de la mesa unas fotografías. Eran cadáveres, cadáveres de niños que según ellos habían desenterrado de mi jardín tras mi detención.

En ese momento me quedé sin palabras, y comprendí de qué iba todo esto. Entendí que un sólo ciudadano no puede derrotar a todo un gobierno y que el pez grande siempre se come al pez pequeño. En ningún momento me declaré culpable, tan sólo guardé silencio.

Rápidamente se celebró mi juicio. Con los crímenes que se me imputaban, yo ya sabía cuál sería mi condena desde el primer momento. Y así fue, fuí sometido a la “Democracia Extrema”. Me dejaron en libertad y el pueblo, engañado, decidió.

Atentamente,

Mike.
Aadelh15 de mayo de 2012

Más de Aadelh

Chat