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Astrophobia

La razón cobarde declaró con ternura su temor a las estrellas, vibrando, propagándose por todo lo que estaba cerca. No era una persona precisamente, pero ciertamente representaba la cifra y contexto de una sideral conciencia. Y siendo aun de esta manera, desprovista como estaba de la facultad de sentir cualquier dolor, malestar o náusea, no había conseguido, todavía, desarticular la aprensión que le provocaban los fulgurantes hornos del cielo, que acostumbran trastornar toda sustancia y dispersarla. Algún tiempo después, que podría medirse en genealogías de formaciones nebulares enteras, un nexo de razones vagantes acudió a concentrarse en sus proximidades, y percibiendo a su manera posición y velocidad del lamento, se obligaron cariñosamente a transmitirle calma. En fraternidad le profirieron que las fuerzas electronucleares son solamente un noble obsequio de la suma de todas las conciencias, para dar magnitud y movimiento a las galaxias, llevar energía a los planetas que son hogar de la vida orgánica, y explotar en toda variedad de elementos. Finalmente, atrevió la razón cobarde extender las interacciones cuánticas que le conformaban, hacia las profundidades ardientes de un cuerpo celeste blanco amarillento, clasificación estelar G. Y de este hormonal cataclismo cósmico, del que no hace pobre analogía un niño corriendo por banquetas encharcadas, resultó al cabo la vida, y después la inteligencia, en un planeta gobernado por entidades sexuadas, que elevan a ciencia el arte de probar teoremas, y por religión se esmeran en fabricar deidades alborotadas.
Abrahamsaucedocepeda06 de mayo de 2013

1 Comentarios

  • Ennimaje

    Interesante, me recuerda a lo que escribe Argüelles sobre las dinámicas del tiempo.

    07/05/13 08:05

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