Es preciso acribillar un alma. Es preciso escoger un alma ignorada por su cuerpo y mandarla a cualquier campo de guerra en una guerra santa. Es preciso suponer un alma para controlarla. Por accidente se expondrá al sol una vena. Ocluida con grasa se prefiere. De la vena expuesta se removerán los excesos vidriosos, con algodón materno se limpiará de las bacterias el filo, las espinas de los microbios. Provocará la vena al cabo un lápiz robado, punta chata, color fantoche. Es preciso asesinar un amigo sin darle la espalda. Si no puede verle la cara no es posible el ejercicio intelectual. Cuando el amigo en cuestión brinde el penoso abrazo que usted exige por ser consolado, llórele un rato al hombro, preciso es ser convincente, que parezca elevado el precio de su afecto. Mienta llorando, pero no olvide reír por dentro. Es crucial que disfrute en la garganta el llanto y la risa en el diafragma. Lo que sigue es horrendo. Debe quebrarle a su amigo las piernas, desbaratarle la cara. Es preciso ofrecer a su amigo un motivo, que usted ciertamente no es una bestia. El villano es el otro, por tener piernas flacas, por su rostro horrendo y el majadero abrazo de consolación de hace rato. Lo hizo Dios, diga, Dios fue, clame, te detesta por villano, porque adoras su nombre a tu manera pagana. Vierta con finos trazos color fantoche la ruina desfigurada. Mire a continuación un espejo. Diga nada. Piense absolutamente nada.
