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El Horizonte Ajeno

Notó al cabo, los callejones tejidos, que formaban la ciudad. Al cabo, que no estaba sonriendo. Diose cuenta, de la niebla gris, negra, pinche niebla femenina, que hacía de los pulmones cuevas. Cuenta, de que el cielo era concreto y los caminos ruido y el horizonte ajeno. Enredó en sus garras un poste, pensó en el azar, curiosamente luego pensó en una curva senoidal. También el cálculo describe tristezas: la pereza es más bien simétrica, la pena infinitesimal. Luego llovió y un animal cercano se puso a aullar. Escampó, anocheció, amaneció, la urbe continuó tosiendo. Algunos estamos hartos de pensar.
Abrahamsaucedocepeda23 de febrero de 2010

3 Comentarios

  • Elnovelistadeoro

    Interesante tus versos, sigue asi, nos vemos pronto.

    23/02/10 01:02

  • Stochastic

    Secundo totalmente la moción, cómo cansa el pensar. Como agobian a veces los laberintos tensoriales, que sin razón diferencial.

    25/02/10 07:02

  • Perro

    definitivamente, cansa pensar, buen relato.

    07/03/10 03:03

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