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Jupiter

Una última justificación y las horas finales llevarían sabor soberano de miel primitiva, nirvana desnudo, ansiedad religiosa. Una última disertación, dialéctica, dualidad semántica y el albedrío sería libre, al menos para él, en su condición de humano mediocre que viaja en una lata, ¿libre?, siguiendo la trayectoria de un vector estirado en dirección a su destino tremendo y anaranjado. Con la vista en la negrura que pasaba y seguía llegando más bien blanca, blanca de tanto esotérico millar de estrellas amontonadas, ya muy lejos su hogar para que le hablara al oído la miseria, su soledad viscoza, el viejo filósofo se sentía enamorado cómodamente, de una coordenada cósmica, que ya la humanidad no veneraba. El argumento no le salía: La sangre se muere en su jaula, se habrá dicho, hemos de abrir heridas que le dejen comprender el infinito. No bastaba. Nacen muertos los hombres vivos, se habrá dicho, matar es obligar a la vida a tener sentido. No bastaba y parecía proverbio de gente tarada. Tenía prisa por sentirse absuelto y la genialidad no le daba para verle el lado bueno a la sangre que había derramado. A sus pies los astronautas pálidos, que no alcanzaran a definir lo que les matara, se ofrecían como natural contraparte de sus razonamientos educados, inertes refutaciones de axiomas sin solidez. El astro hubo de agigantarse en la moderna ventana, al filósofo comenzaron a pesarle más los huesos, aún le dio tiempo el viaje para traer a memoria palabras necias: “Que yo me voy a morir a lo grande, vuelto estrella fugaz en algún planeta extraño.” No le dio tiempo, en cambio, para dejar de sentirse esclavo.
Abrahamsaucedocepeda30 de enero de 2010

1 Comentarios

  • Stochastic

    Me gustó mucho abraham, la verdad es que me encanta tu modo de escribir.
    Un saludo!

    31/01/10 10:01

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