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La Realidad

La realidad bruta, sin lenguajes que engendren religión, sin comerciales del nuevo Corvette, comienza con frecuencia en un rincón de iglesia, luego de llorar sin fuerza, luego de inventar a dios. La realidad primigenia, la que tiene cuerpo de mujer sin cara, que camina desnuda por la playa, una mujer sutil al viento, toma repentinamente un puñado de arena, un puñado de sombra, un puñado de sol bañado de olas, luego los siembra en su vientre de almohada y se pone a parir novelas de carne. La realidad soltera abrumada de infancias y uniformes guardados en un cajón, se aburre mirando películas extranjeras, recuerda una tarde de vinos y ciencia. La realidad liviana abierta de piernas, se toca sudando un humor de aguardiente, gatunamente afloja la espalda y se apropia sonriente un coro de canción. La falsa realidad de los profetas multicolor, esa es la buena, la que me parte la cara, la que se sienta y mira en vestidito negro con zapatos negros y cabello negro recortado hasta el cuello, y espera con gesto burlón a que me ponga viejo, a que me brote el cáncer. La realidad que no es falsa pero es incierta, no sé, algo, tal vez, lo intentaría si supiera, pero mejor después, sabrá dios, ya te diré, juega por mientras. La realidad somera, que aparece adelante (muerte) cuando vas en reversa. La realidad ajena que no me interesa. Quisiera seguir, y escribir de alguna otra realidad cualquiera, pero me esperan afuera, me voy.
Abrahamsaucedocepeda28 de febrero de 2012

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