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Pronombres Personales

Yo, finalmente desprovisto de toda materia, apenas yo, y yo mi presencia, depurado al fin de cualquier pretexto orgánico, yo sin la piel frontera, vacié mi pensamiento en la otoñal convección de una turbulencia, reiné por designio propio una casual columna de viento ascendente, subí a mirarlo todo, exhaustivamente todo desde mi palacio vector con magnitud, dirección y sentido. Subí a mirar el trajín de las ideas, la ruidosa marcha de las conciencias, la decadencia de los cuerpos y las máquinas que les llevan. Me volví paisajista de regiones esotéricas, al servicio involuntario de astros que no concuerdan, esclavo de secretas ambiciones cuánticas, perdido entre fuerzas y porciones de universo inexplorado. Quedo supuesto y jamás comprobado, observo imaginado apenas, yo y yo mi presencia.

Tú la soberbia escena donde pastan faunas y se extienden fortalezas vegetales, estallando maternalmente desde tus adentros, provocando la marea y los humanos, las silvestres comedias, las tragedias salvajes, las ballenas y los gatos. Eléctricamente te quejas, palpitas levantando tornados y quebrando pueblos, desmoronando carreteras para registrar violentamente tus resfriados. Ríes con calor en mi cabello, te placen los humores que secreto sanamente por la madrugada, te embriagan mis sudores a mitad de invierno, con qué sensualidad cultivas bacterias en geométrica progresión sobre mi carne fatigada. Hace tiempo comenzaste el proyecto de la bestia alada que sin nombre engendraría un huevo, frágil envoltorio de una gallina, envoltorio frágil de un huevo nuevo. Hace tiempo y aún no acabas de seleccionar lo mejor de tu naturaleza, ¿para qué guerra distante te preparas? Sugiero que escatimes en fábricas y malaria.

Él de papel y fierro, todo él de circunferencias oficiales y rectángulos desalmados, con las dimensiones justas para rellenar mi billetera y hacer falta en mis manos. Dinero como venado que escapa, animal que detesto con pasión y por hambre cazo, acumulo y guardo. Él, simultáneamente caótico y ordenado, hizo ya los cálculos y anuncia los porcentajes asignados: nos tocaron en sorteo los centavos, celebremos trabajando y maldurmiendo, celebremos consumiendo hasta quedar desfigurados. Repentinamente, lo presiento, cambiará mi suerte y me amará el dinero tanto como yo finjo que le amo. Repentinamente estaré durmiendo en un colchón mullido, almorzando jamón de pato, manejando un deportivo en marte, talando caoba desde mi avión privado que funciona con caviar y con el perpetuo orgasmo de mi mujer incrustada en diamantes y descansos.

Nosotros instantáneos, que duramos vivos lo que toma a tu cerebro descifrar un pulso eléctrico y transformarlo, en un torpe rozamiento con los labios, o en un fugaz y herético vistazo a las piernas y los senos de tu amiga, que ya se casa y aún te mira. Nosotros nunca somos, sin embargo, fuimos cada quien en su momento, la perfecta redacción de lo que fuiste alguna vez tú mismo y nunca más serías. Fotografía de tus delirios y tus accesos de egoísmo, somos la escultura fiel de cada cuerpo que tuviste, exacta enunciación de cada argumento que esgrimiste, versos nosotros que, bien leídos, ciframos sin falla tus precedentes motivos. Leyendo esto, incluso ahora, vas dejando en el olvido nuestras contribuciones infinitesimales a la lectura que haces de esto otro ahora mismo. Recuérdame lo de nosotros al principio, recuérdame casi al principio lo de instantáneos y lo de duramos vivos, recuérdame a mí, si gustas, lo de recuérdame a mí, si gustas. Y a nosotros, tú sabrás quienes, mejor olvídanos.

Ustedes mis sueños abatidos. Ustedes esperando sentados, despreocupados sangrando en el piso. Tan parecidos a nosotros, los que fuimos y no somos, pero ustedes ni siquiera han sido. ¿Qué diré de ustedes mis aficionados humildes y traicionados? Perdón, supongo, por los malos ratos, disculpen mis descuidos. ¿No les basta mi cinismo, mi sarcasmo? Mueran entonces sin haber sido, engangrenados y partidos, opacados por el brillo de la baratija más cara o por cualquiera de mis distracciones preferidas. A ustedes mis intentos fallidos habría de agradecer, sin embargo, la joya pulcra y ya pulida que otros, ellos, dicen que soy.

Ellos dicen que soy una joya pulcra y ya pulida. Ellos afirman que no hay problema, que puedo empezar describiendo una divinidad y un planeta que provoca tornados y gallinas, que no importa si repentinamente asalta mi vanidad la prosa y abruma la lectura. Aplauden cuando dudo y aplauden más cuando estoy convencido, aplauden la altura de mis aspiraciones y aplauden mis pretensiones. Me, te, nos, les, se aplauden a sí mismos. Aplauden anticipadamente con tantas manos, que no alcanzo a distinguir lo que han aplaudido. Ellos se atreven incluso a proporcionar uno que otro comentario adverso, tan solo para que el aplauso y el rechiflido hagan contraste. Ellos son el cáncer que me mantiene con vida. Ellos mandan, pronombres personales, y yo doy reverencias y hago lo que piden.
Abrahamsaucedocepeda22 de noviembre de 2011

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