En una isla de los mares del sur, alejados de convencionalismos y movidos por un espíritu rebelde, dos príncipes herederos convencieron a su padre el Sultán, para que les permita organizar un evento único y exclusivo. Destinado según ellos- a generar un cambio de paradigma social, querían organizar la primera feria de psicoactivos del mundo.
En pocas palabras, se montaría un inmenso campo ferial que permitiría a sus visitantes probar todas la drogas psicoactivas del planeta, en condiciones controladas y sin lugar a excesos o riesgos médicos.
Pese a las objeciones de los conservadores del sultanato, el monarca dio luz verde para la iniciativa de los príncipes y se organizó el evento sin descuidar ningún detalle, casi.
En la fecha señalada, se inauguró el polémico evento: cualquier persona mayor de edad en el mundo que disponga de quince mil dólares para la inscripción y esté dispuesto a cruzar el globo, tenía derecho a drogarse con cuanta molécula psicodélica exista en mercado, por tres días y medio. La verdad, fueron más de cuatro mil visitantes, los que pagaron su derecho de ingreso y arribaron en sendos vuelos charter a la isla de la fantasía química.
Habiendo hecho oídos sordos a los reclamos de varias naciones y sectores de la población conservadora, al cierre del primer día los organizadores vieron su proyecto realizado, pero se percataron de un gran error: teniendo a disposición cannabis, opiáceos, derivados de la coca, kava kava, khat, LSD, anfetas y decenas de químicos más, los asistentes eligieron una adicción no considerada ni ofertada en el campo ferial: se pegaron a las pantallas de televisión que por casualidad transmitían esos días, las finales del mundial
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Dejas dos líneas sueltas, que bien pueden formar parte de la idea lógica del segundo parrafo. En el tema de las drogas no tiene cabida la banalizacion del mismo. Pese a ello, no dejo de reconocer que es un buen final.