Todo Lo Raro y Singular, para
Los Raros y Singulares.
Hicimos el amor hasta ver cómo se extinguía la luz del sol, y luego nos quedamos dormidos, y nos despertamos en plena noche hambrientos, con ganas de más. Y entonces el sexo fue salvaje, y ruidoso, y exactamente como habían sido siempre las cosas entre nosotros en nuestros mejores momentos: sinceros.
Por el momento, mi apetito se había saciado, y abrí el cajón de mi mesita de noche para buscar un bolígrafo. Me acurruqué junto a ella y volví a escribirle el tatuaje en la cadera: «Todo lo raro y singular, para los raros y singulares». Esperaba poder ser ese alguien raro y singular un animal salvaje recuperado, irresistiblemente reformado que ella misma se merecía.