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El último Orgasmo Capítulo 1

1
Joaquín


Ojalá el nombre Joaquín se le pudiese atribuir al típico niño travieso que no deja en paz ni a la abuela, que llega a casa cada tarde con una herida nueva, el que levanta la falda a sus compañeras y deja a la luz del recreo los encantos más ocultos de la mujer... El que no combina bien la ropa porque tiene bastante donde elegir y el que sólo sabe escribir una nueva fecha de noviazgo mes tras mes. Al niño caprichoso que recibe lo que quiere cada Navidad y aquel cuyo programa de televisión favorito está calificado con dos rombos negros.

Nuestro Joaquín vive en la Avenida Mesa y López, bordillo de la acera que ocupa en su totalidad El Corte Inglés. Y, aunque los niños le señalen al pasar, las mujeres agarren sus bolsos con gesto de ofrecer alguna limosna y los maridos de estas hagan caso omiso de su existencia, el hombre no es un payaso con un sombrero en los pies lleno de céntimos.
Para Joaquín, soledad no es sólo una palabra. Así se podría resumir cada segundo de su vida. Ni en las fiestas señaladas en las que la avenida entera está ocupada por familiares en busca de los mejores juguetes para sus hijos, ni siquiera la noche más calurosa hace apagar el frío que siente en cada rincón de su alma.
Ama caminar bajo la lluvia porque así puede disimular cada lágrima que desprende su mirada pero, lo que más le gusta hacer es observar a las personas que pasan junto a él. Le ofrecen, con sólo mirarlas, el cariño que le falta desde hace siete años. Sus pies negros y descalzos, un pantalón vaquero que recuerda haber comprado en la mejor tienda del pueblo y cuyos arreglos había hecho su madre, una camiseta que debió ser amarilla pero que, con el paso del tiempo, ha tornado en un color indescriptible, una barba que entremezcla los colores más extremos dentro del círculo cromático y un pelo que no le llega a la cintura gracias a Pedro, dueño de la barbería de la calle de atrás, es lo más característico y lo que más llama la atención a los habitantes de Las Palmas. Lo más destacado que podemos encontrar en él son las dos olivinas verdes que le acompañan desde que era un bebé encima de las fosas nasales y una gran carpeta marrón que utilizan los estudiantes de dibujo técnico, de la que nunca se desprende. Aunque la gente ni se lo haya llegado a imaginar, dentro están sus cuarenta y ocho años de vida, entre los que cabe destacar los siete de indigente, resumidos en intentos de poemas solitarios. Su sueño fue el de servir de chapa y pintura a las letras. Alguna noche en la que todavía dormía sobre un colchón de agua y las sábanas le llegaban hasta los dedos gordos de sus pies, llegó a soñar con un mundo de riquezas en el que no reinaran billetes ni monedas, sino palabras. Ser uno de los grandes.
No cabía el sufrimiento ni el dolor en sus poemas a pesar de su situación. Dentro de sí notaba una llama viva gracias a la esperanza y al amor desde que se mudó a la calle. Describía en ellos las situaciones que mañana a mañana, tarde a tarde, noche a noche e, incluso al amanecer, veía con sus ojos olivinos. Tampoco cabía en sus versos el resentimiento o la sensación de venganza hacia las personas que gritaban a sus espaldas improperios que rozaban la soez, ni hacia los jóvenes borrachos hasta las trancas que rompían la pequeña caseta que construía cada mañana, ni siquiera hacia aquellos seres vivos que vivían en la mierda y que aprovechaban para acercársele unos milímetros y destrozar su piel mustia con los mecheros que calificaban cada una de sus vidas o hacia las mujeres que, ignorantes de ellas, se ponían a susurrar sobre su anterior vida mientras las rodillas de las enchaquetadas rozaba la espalda encorvada del pobre hombre.

Los primeros días delante de los grandes escaparates fueron muy duros para el mendigo, los otros compañeros de “piso” se encargaban de hacerle la vida imposible sin necesidad de que llegaran los seres humanos despiertos en la madrugada. Pero el sufrimiento no duró mucho ya que las palabras que salían desde el mundo Inteligible de Joaquín hacían que estos se espantasen a la más mínima. Había logrado una casa donde poder dormir y pedir.

Y así pasan los días, con sus noches y madrugadas, mientras Joaquín permanece sentado sobre la acera que ha visto nacer cada una de sus obras…
Adolfo08 de junio de 2009

2 Comentarios

  • Ateo

    me gusta el relato es bueno y tiene fuerza.

    08/06/09 05:06

  • Adolfo

    Con el tiempo ire publicando m?s cap?tulos. Es una historia que, a la vez, estoy publicando en: http://elultimoorgasmo.blogspot.com

    08/06/09 09:06

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