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El Síndrome de Las Mariposas

Me hallaba en mi habitación, mirando la vida, observando las nubes y decidí rescatar el lienzo de mi memoria, para darle unas pinceladas de tono presente oscuro. Me percaté de que el color predominante antes, era el rosa, desatado, en su expresión más cercana a la felicidad, con trazos alargados. Sin embargo, hoy cambiaría ese rosa, por un gris más sosegado, más coherente, color piedra, duro, pintado con cabeza, sin que los latidos tomen partido en la imagen. Recuerdo vagamente una expresión que solía decir bajo los efectos de una droga llamada amor, me sentía eterno, veía alucinaciones, llegando incluso a entonar un siempre en tono serio. ¡Necio!. Tardé meses en recuperarme de aquella porquería, porque estaba metido hasta dentro, la persona que me lo vendía, decidió romper el negocio, y me dejo con una adicción peligrosa, taquicardias, sudores fríos, como fríos eran los latidos, capaces de congelar el riego de mi sangre, mudo se quedó mi órgano más efusivo, por no tener nada que gritar, por no tener a quien llorar, acostumbrado al carnaval, se tuvo que enfrentar a un funeral de emociones. Lágrimas que caían al vacío, que tenían su eco en el alma, donde calaban con más fuerza, creando sueños tormentosos. Comencé a marcar el calendario, color sangre, contando los segundos, minutos, respiraciones que pasaba sin inyectármelo en la sangre, todo parecía una pesadilla sin final. Me agarré al reloj, como única esperanza, metiéndole prisa al dolor o parándolo en cada mirada pérdida hacia el horizonte de tus recuerdos. Por suerte, de esto hace meses, hoy me hallo rehabilitado, pero cualquier olor a rosas me produce arcadas, se me atraganta el amor, precisamente por no encontrarlo, por no saber manejarlo, por no saber si me quitará más o me dará menos, por miedo a arriesgar, a saltar de nuevo a un vacío cuyo final puede estar a dos metros, o de aquí a la eternidad. En realidad, esto no se aleja de ningún juego de azar, pero por desgracia las pérdidas trascienden lo económico. Sólo se trata de encontrar a alguien que quiera ir hasta el final, a perderlo o a ganarlo todo, pero con coraje a lanzar un all in en el momento en el que las mariposas pasen a ser algo constante, tan cotidiano que ya no hagan cosquillas, que ya se sientan reales. Es tan curioso esto del amor, te tumba y te levanta, te da vida y te mata, es tan arriesgado, tan utópico encontrarlo en su estado más puro… no esperaba encontrarlo en el reflejo del vodka o bajo las luces de una discoteca, ni si quiera en callejones color esperanza, no, eso no es amor, puede encontrarse así, pero no huele igual. Aunque, en realidad, se esconde donde menos esperas, bajo tus zapatillas, tras el humo de un cigarro o en la calle más ruidosa de Madrid, el truco es no buscarlo, es vivir sabiendo que alguien vendrá a dilatarte las pupilas y a atarte el corazón. En el fondo, uno nunca deja de estar metido en esto, puedes ser feliz sin él, puedes respirar sin él, pero la intensidad que te da… eso no lo encuentras ni en la “mejor” de las drogas.
Adrielegance02 de noviembre de 2012

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