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Gemelos

De todos los odios que algún día sintió, el único que le reconfortó fue el que nació de una mirada al espejo. Sus ojos eran la manifestación externa de unas llamas que le consumían por dentro. Existe una confesión cruel del ser humano a sí mismo, y es la de serlo, la de hallarse en el error, engullido por el orgullo, por el egoísmo, por la envidia, por la maldad; por todo aquello que se aleja del altruismo. El miedo a la caída oscila entre la superficie blanca y la negra, y en ese balanceo nos perdemos, nos encontramos en un gris que se adhiere a la piel, que es fruto de las circunstancias, de las experiencias, del dolor. No encontró la fórmula de sí mismo, no descubrió qué cantidad de bondad y maldad lo componían. Se reconoció, eso sí, en una piel que es la sucesora de miles anteriores, arañadas, mojadas, desgarradas, que son polvo en el tiempo evaporado. Y cómo despedirse de un tipo que viste tus mismos lunares, que es el eco de unos labios… no se puede; sólo cabe educarlo, mimarlo, arroparlo en los momentos de necesidad y sobre todo, sincerarse con él, dejar que los sentimientos se abran paso sin temor, sin permitir que nos juzgue, pues una cara de desprecio no es más que el reflejo de la nuestra.
Adrielegance27 de enero de 2015

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