De qué depende la vida que nos toca vivir, del azar, de la suerte, de cualquier circunstancia que no sea nuestra voluntad. Caminas y tropiezas, es algo natural, aprietas los dientes en cada duelo con el dolor, pero continúas. Sin embargo, llegado a un punto del camino no basta con ser fuerte, no basta con aguantar las acometidas, ni con mantener los pies firmes, no. Ahora llega lo difícil, el momento que nosotros elegimos, el pedazo de vida que si está a nuestra merced, el instante en el que el error o el acierto será fruto de nuestra acción. Y cómo saber si la dirección tomada es la correcta no hay manera de indagar en un pasado incierto, ni pensar en un qué hubiera sido, las decisiones tomadas no tienen cura, no existe remedio.
Y puede que cada mañana un angelito y el demonio discutan usando tu cabeza como punto de encuentro, pero debes levantar la cabeza y tratar de vislumbrar un claro en el horizonte, porque siempre amanece, porque adaptarse es vencer, porque por muchas tormentas que se hayan desencadenado siempre quedará un suspiro reservado a la calma.
Y es que el tiempo se esfuma, se desvanece en cada mirada sin desenlace, las melodías se despedazan con los momentos, los latidos se enredan una y otra vez, es parte del juego de ser imperfecto.
Recuerda, que mientras pestañeas en el espejo, los trenes mantienen sus rutas y horarios, el mundo sigue girando y la gente tropezando. Nunca es tarde para hacer las maletas, para desandar caminos, siempre puedes borrarlo todo y volver a empezar.
