La vida es generosa y en ocasiones nos acaricia con su sonrisa.
Y es por esto por lo que una vida es un lugar deseable:
Por días en los que la meta no existe, simplemente nosotros somos la meta, la riqueza de darse valor, de sentirse depredador en un mundo de carnívoros.
Por noches bañadas (que no ahogadas) en alcohol, noches en las que puedo ver tu sonrisa en la luna, en la versión plateada de tu dulzura.
Por ese momento en el que miras a los ojos al tiempo y le exiges que se pare, que se haga notar, que su efímero paso sea por una vez perceptible para el alma humana.
Por risas que valen amigos y por amigos que valen lágrimas.
Por latidos intensos, por sentir tus labios cerca de mi piel.
Por abrazos en los que las palabras no son necesarias, y en los que se habla con el corazón.
Por esa sencilla diferencia que existe entre la poesía y la poesía sin palabras.
Por la complejo de la sencillez y por esa virtud de hacer común lo extraordinario.
Por palabras que son verdades, y verdades que son hechos.
Por esos ojos que regalan mucho más que una mirada.
Por aprender que las caídas también son lecciones.
Por soñar sin necesidad de almohada.
Y por ver como la vida de vez en cuando, se atreve a sonreír.
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