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Sentido único

Se despertó con las sábanas húmedas, de golpe, con la piel a la misma temperatura de quien ya no está vivo. En sus sueños no hallaba sosiego, sino el pánico de quien se ve perseguido por fantasmas que llevan un rostro conocido. El pasado se presentaba cada noche a través de su ventana y se incrustaba entre sus neuronas. Su vida quería vivir inversamente, hacia atrás, llegar fugazmente al punto en el que lo perdió todo para agarrarlo con fuerza, para atarlo y no dejarlo escapar, pero sería inútil, hay despedidas que no dependen de las palabras, ni de un gesto con la mano. Hay despedidas caprichosas, que nos atraviesan como si fuésemos un cuerpo etéreo, y es que el destino suele mirar con desdén a quien trata de aferrarse a lo que ya está perdido.
La vida es de sentido único, pese a las infinitas bifurcaciones que se vislumbran en el horizonte, una señal de sentido obligatorio te indica que sólo puedes ir hacia delante. Y eso es algo que, inevitablemente, empezaba a asumir.
Esa mañana, el destino se iba a encargar de brindarle una oportunidad de redimirse, de paliar el dolor a través de acortar uno ajeno, de impedir que otros pierdan lo que él perdió. Su hija, su querido tesoro seguía latiendo dentro de sus recuerdos, y era una fuerza asombrosamente sobrenatural, algo que te invita a seguir caminando cuando tus piernas dicen basta. La vida de su niña se acabó de forma prematura, con la inocencia bajo el brazo y el dolor como último paso. Ante él se abriría esa mañana la posibilidad de alargar la vida de un joven que corría peligro que, al igual que su pequeña, se balanceaba en un abismo.
Se aseó, tomó un par de pastillas para impedir que sus fantasmas siguieran ramificándose y poder pensar con claridad y salió al exterior, como un día cualquiera, como un día más. Siempre hacia adelante.
Adrielegance06 de septiembre de 2016

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