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Vestigios

Inspiraba y espiraba muy hondo, notaba que le faltaba el aire, pero no quería que los demás fueran conscientes de ello. Se empeñaba en disimular, en dotar de colores una realidad grisácea, pero sólo lograba hacerlo de piel para afuera, dentro todo eran fotogramas pasados, marcados con errores, con pasos que no debieron darse, con fantasmas que no dan miedo, que se sientan en frente de ti, como un desconocido en un vagón y te miran con la más despiadada de las indiferencias, como si su mundo no fuera el mismo que el tuyo. Y, efectivamente, no lo es. Lo fue. Como en toda novela, brillante o mediocre, hay capítulos que se dejan atrás, que pierden peso con el tiempo, pero que se alojan en la memoria de forma casi infinita. Y dichos fantasmas son humanos, tienen ojos y palabras que echarte en cara: las que llegaron tarde y las que nunca debieron expresarse. También tienen nombre, nombres que en su día significaron algo, despertaban algo y que hoy no son más que placas polvorientas en un museo que nadie quiere visitar, ni siquiera tú mismo. Los pasos que uno da son caprichosos, altivos, nunca se ven en el error hasta que tropiezan y, por mucho que lo hagas, nunca terminarás de acostumbrarte al dolor de perder. Inspiraba y espiraba muy hondo, le faltaba el aire. El museo que era su pasado suponía un lastre a veces, pero, por suerte, sus ojos no eran una ventana real, nadie podía ver lo que llevaba dentro. Nadie podía esbozar su pasado, sólo escrutar su presente, el de una persona cualquiera, en un día cualquiera y en un ciudad cualquiera.
Adrielegance18 de mayo de 2016

2 Comentarios

  • Polaris

    Como siempre una obra maestra.


    Un abrazo, no me olvido de que tenemos un textos pendiente.


    Pol.

    19/05/16 12:05

  • Adrielegance

    Gracias, amigo. Siempre viendo lo mejor de mis letras. Tendremos tiempo.

    Abrazo!!

    19/05/16 10:05

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