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La Historia Sin Título (cap 4)

El mes siguiente, pasó rápido y sin novedades. Me pillé a las últimas chicas antes de irme a Francia. La semana anterior al viaje, estaba tan nervioso que hice la maleta. Repasé todas mis pertenencias mil y un veces. Me hacía mucha ilusión salir de mi rutina, estar sin currar unos días y encima, con mis amigos. Por fin llegó el gran día. Cogimos el avión a primera hora de la mañana después de pasar todos los controles habidos y por haber. Me pasé medio vuelo mirando a las nubes porque a mi lado, me había tocado una pareja que estaban muy acaramelados el uno con el otro, como para hablar con nadie. ¿No podían esperar? En serio, ¡qué falta de respeto besuquearse así en un avión! ¿A quién se le ocurría? De repente, me di cuenta de que parecía un anciano ofendido por las nuevas generaciones, y eso que yo mismo pertenecía a ellas. En realidad, supongo que preferiría cien veces que dijeran de mí que era un mal educado, a que dijeran que era el hombre más educado del mundo, con sólo tener a una chica ahí conmigo. ¡Vaya! ¿Pero en qué estaba pensando? ¡Dios mío, vamos de mal en peor! Al final, acabé durmiéndome y Emily me despertó cuando llegamos. Cogimos nuestras maletas y llamamos a un taxi. Ya estábamos en Francia, qué sensación más rara. Me encantaba y todavía no había visto nada. Llegamos al hotel, dejamos nuestras maletas y nos tumbamos un ratito. Teníamos que ver muchas cosas. Más tarde, comimos y nos dispusimos a visitar la ciudad. Salimos del hotel animadísimos, fuimos hasta una boca de metro, compramos nuestras entradas y después de diez minutos de transbordos, llegamos al centro de París. Primero fuimos a la Defensa, que era una especie de arco del triunfo moderno. Después fuimos de ahí, al arco del triunfo antiguo por el camino de los campos Elíseos que cuadraba todo recto y simplemente, era precioso. Una vez llegamos, subimos por unas escaleras de caracol tan estrechas, que al llegar estábamos mareados de tantas vueltas y nos tuvimos que sentar pero, al menos, mereció la pena. Desde allí podíamos visualizar con toda claridad la zona de los campos Elíseos con la torre Eiffel de fondo. Era magnífico. Empecé a sacar fotos como un loco.
-¿Te gusta?
-No, no me gusta. Me encanta. Es… es no sé. Tan distinto, tan histórico.
Emily se rió. Yo estaba emocionadísimo observándolo todo, como un niño pequeño en un parque de atracciones. Me sentía en el paraíso.
-La verdad es que París es un lugar que merece la pena visitar. Es una ciudad distinta a todas las ciudades. Es moderna pero mezcla monumentos de todas las épocas y eso le da un toque diferente y la hace más divertida. No entiendo muy bien porque la llaman la ciudad del amor.
Nos pasamos hablando en lo alto del arco del triunfo durante muchísimo rato. Nos contamos muchas cosas, compartimos opiniones… Después aparecieron Juan y Estela y nos fuimos. Lo último que hicimos ese día, fue pasear por los campos Elíseos. Juan cogido de la mano de Estela más sonriente que nunca y Emily y yo, comentando la impresión que nos causaba hasta la más simple piedra. Una vez dado el paseo, volvimos al hotel a cenar y a descansar. Estábamos agotados y nos vendría bien dormir. Al día siguiente, iban a pasar muchas cosas.
Aeram05 de julio de 2011

2 Comentarios

  • Asun

    Me ha recordado al verano de hace dos años, cuando yo también estuve en París, bueno a ver que pasa. Pero desde luego tu protagonista, es de los que solo tiene una cosa en la cabeza eh?
    Saludos.

    05/07/11 11:07

  • Asun

    He visto que has leído alguno de mis escritos, gracias y espero que los disfrutes.
    Asun.

    06/07/11 01:07

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