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Héroes.

La lluviosa tarde de agosto sería testigo de una ceremonia poco común. Hacía más de nueve años, una guerra estalló, las fuerzas armadas del país se vieron inmiscuidas en un conflicto internacional que obligó a la intervención de nuestro ejército en territorio de medio oriente; durante más de un lustro, miles de jóvenes viajaron medio mundo para invadir y ocupar un país que carecía de las defensas necesarias para proteger su territorio, una vez concluida la invasión fueron dos largos años de trabajo y reconstrucción patrimonial, si bien ya no había tantas bombas, tanques y granadas, aún seguía existiendo ese ambiente de enemistad entre muchos pobladores y los ocupantes extranjeros.

Afortunadamente, eso se había terminado. Dos meses atrás, el último avión despegó de aquel lejano país con regreso a casa, lleno del último pelotón de invasión y, por fin, los soldados podrían reunirse con sus familias. Después de varios desfiles, ceremonias de honor alrededor del país y galas con grandes empresarios y gente de la clase política, las "celebraciones" por la culminación de la guerra concluirían con honores para el General Mendieta, líder al mando de la misión en medio oriente y el Coronel Izaguirre, mano derecha del general y autor intelectual de la operación 'Rappek', con la que se logró la captura del tirano Zamid Saal propiciando el final de los enfrentamientos armados y dando paso al proceso de reconstrucción patrimonial.

Yo estuve en aquella ceremonia, como reportero, listo para llevar la nota de tan excepcional suceso, la mesa de honor hacía ya varios minutos que se encontraba lista, pude ver al General Mendieta hablar acaloradamente con el senador Raña, también estaba el Lic. Serafín Velarde, presidente de la república en turno y muchas otras personalidades importantes de la política nacional. El Coronel Izaguirre parecía inquieto, aún no comenzaba la ceremonia y él se había bebido ya toda su botella de agua, incluso parecía ignorar por completo al diputado Guzmán, que buscaba conversar con él. Empezaron los honores a nuestra bandera, al ser una ceremonia militar todo se hacía con suma precisión y cuidado, ni un sólo error podía haber, todos entonamos nuestro glorioso himno a todo pulmón, despedimos a la bandera y, durante cerca de cuarenta minutos, disfrutamos de un variado show de bailables, poesías e, inclusive, un trovador que escribió una hermosa canción para vanagloriar a ese par de héroes nacionales, a casi todos pareció agradarles.

Una vez concluidas las actividades que marcaba el programa, llegamos a la parte final de la ceremonia, el presidente Velarde tomó la palabra y durante veintisiete minutos nos dictó un emotivo discurso que arrancó varias lágrimas tanto entre el público asistente como en algunas personalidades de la mesa de honor. Juro que casi caigo en su juego, pero no dejé de lado mis ideas, esta dichosa guerra nos había costado millones a los ciudadanos, siempre he detestado que se trate como héroes a estos malditos criminales que sólo se dedican a invadir, saquear y destruir un país que bajo ninguna ley ni ningún derecho les pertenece, odio ver en televisión tanta propaganda invitando a los jóvenes a unirse a la armada, lástima que sus estúpidas campañas mediáticas tengan tanto éxito.

Cada año, más de dos millones de adolescentes carentes de talento y adultos sin beneficio son entrenados por criminales para convertirse en criminales, quien sabe a cuanta gente asesinan, a cuantas mujeres violan, a cuantos niños encarcelan, ¿y son tratados como héroes? esto no es justo. Aunque el editor del diario para el que trabajaba no lo sabía, en cada oportunidad formé parte de las distintas manifestaciones en contra de la operaciones armadas que enviaba nuestro país, a veces me siento avergonzado de los terribles insultos que he llegado a proferir en contra de algunos de esos sociópatas, pero basta recordar todas las atrocidades que llevan a cabo para sentir que ni el insulto más denigrante es suficiente. Era mi forma de pensar y ni siquiera el más pulcro y ostentoso homenaje, iba a cambiar mi percepción de estos criminales contra la humanidad.

—...y ahora, invito a nuestro héroe de guerra, el General Mendieta, a dirigir algunas palabras para todos nosotros, ¡Recibámoslo con un fuerte aplauso de pie!— el maestro de ceremonias invitó a Mendieta a hablar, todos nos pusimos de pie y estabamos aplaudiendo como simios retrasados que se rinden ante el macho alfa.

—Muchas gracias, muchas gracias a la mesa de honor, señor presidente, diputados, senadores y otras personalidades distinguidas, muchas gracias también al público y prensa que hoy se han dado cita aquí para ser parte de esta ceremonia dirigida hacia el Coronel Izaguirre y su servidor.— con tanta labia y palabrería, por un momento pensé que ese patán pretendía buscar algún puesto político —Es un honor para mí recibir, a nombre del pelotón y de todos los que formamos parte de tan dura campaña militar, este homenaje; sin lugar a dudas hemos sufrido mucho a lo largo de casi una década, pero al ver que nuestro objetivo se cumplió al 100% nos hace sentirnos orgullosos de cada gota de sangre y sudor que derramamos luchando allá, por todos ustedes...— la gente soltó una enorme ovación para el General Mendieta, este tipo sabía cómo llegar a los corazones del pueblo raso. —Ustedes, queridos amigos, nos han puesto el título de héroes, y quiero decirles algo...—

—¡NO LO SOMOS!— el Coronel Izaguirre interrumpió, se puso de pie y se colocó a un par de metros del General. Hasta el día de hoy, estoy seguro que nadie en aquella sala nos esperábamos lo que estaba por ocurrir. —Dime Mendieta, ¿Cómo puedes pararte ahí, frente a toda esta gente, y decirte a ti mismo héroe de guerra? ¿Cuántas piernas y brazos perdiste por pisar una mina? ¿Cuántas balas tuviste que sacar de tu tejido sin anestesia? ¿Cuántas veces tuviste que ignorar tu lado humano para volarle los sesos a un pobre sujeto que tuvo la "desgracia" de nacer en un país distinto al tuyo, sólo por cumplir una orden? ¿Cuántos familiares tuyos han caído en combate? ¿Cuántos insultos has recibido en el hangar público al regresar a tu país, sin que los que se quejan sepan que sólo estás recibiendo órdenes? Dime Mendieta, ¿Cuántos veces sostuviste a un hermano en brazos mientras este agonizaba luego de haber sido víctima de una granada? ¿Dónde está tu prótesis auditiva porque tu oído quedó inservible por tantas explosiones? ¿Cómo has hecho para olvidar el rostro de los niños que lloraban antes de ver a su poblado estallar bajo una lluvia de bombas aéreas? ¿Crees que sabes lo que es una guerra? ¿Crees que yo sé lo que es una guerra? Mandando desde una cómoda tienda en lo más lejano de la zona de acción, enviando a miles de padres de familia, a miles de jóvenes que jamás conocieron el amor verdadero directamente a su muerte sólo para cumplir los caprichos de gloria y poder de unos cuantos. No, Mendieta...— el coronel Izaguirre sacó una pistola y la apuntó contra su General ante el asombro y el miedo de todos los que habíamos acudido a aquella ceremonia, Mendieta sólo levantó las manos y de inmediato el tiempo pareció congelarse a nuestro alrededor —...ni tú ni yo somos héroes.— fueron las últimas palabras de Izaguirre, antes de colocarse el cañón de su pistola en la boca y dispararse a sí mismo.

Mis ideas acerca de la guerra no cambian, sigo creyendo que todo lo que se hace al invadir un país subdesarrollado debe ser considerado un crimen internacional. Sin embargo puedo decirles que, desde ese día, mis insultos y reclamos ya no van dirigidos a los soldados, sino a aquellos que sólo buscan la gloria y el poder a cambio de la muerte de miles de inocentes. Tanto invasores como invadidos, ellos son los verdaderos héroes.
Aeron20 de mayo de 2012

3 Comentarios

  • Elmalevolico

    ¿Esto es una crónica figurada? El escrito es muy bueno y los argumentos aún mejores. Tratar la guerra desde cualquier trinchera no es fácil y menos si por ella se disfrutan de ciertos beneficios, los cuales no puedo decir que te acogen, pero sí a muchos connacionales. La guerra ya no se hace por ideales como en un tiempo se creía. La verdad es que siempre se hace por el miedo, en su forma de ambición o de seguridad, pero siempre es miedo. Se necesita valor y temple para alzar la voz, aunque no estoy seguro que los hombres sepan escuchar...

    21/05/12 05:05

  • Katerina

    Estoy totalmente de acuerdo con el comentario de arriba, tocar temas así, tan silenciados, es difícil y tu lo hiciste muy bien, espero tu proxima publicación :)

    22/05/12 07:05

  • Miguelito

    Aeron.
    Me gustó tu relato de nuevo, aunque es evidente que una situación así no se daría en la realidad.
    Creo que tienes alguna relación con la institución militar, sea cual sea. En dos relatos que te he leído al menos aparece lo militar como transfondo.
    La guerras, en mi opinión, son inevitables debido al caracter criminal del ser humano. LA GUERRA ( desde que la humanidad el modo de vida sedentario siempre ha sido la misma) y sólo existe una única causa, que es la conquista de territorios ajenos y el motivo económico como único motor de la barbarie. Antes se hacía guerras por botines y esclavos, ahora se hacen por petróleo y geopolítica.
    A lo largo de la historia lo único que ha hecho es perfeccionarse, mejorarse y ser más eficaz en su desarrollo. El ser humano alimenta esa máquina. Con banderas, con políticas, con ideas, con odios ficticios y promesas de un futuro mejor previa destrucción del enemigo.
    Lo llevamos en la sangre, no lo podemos evitar. En nuestro adn está impreso: las diferencias sólo se pueden resolver a golpes o lo tuyo es tuyo hasta que yo sea más fuerte que tú y te lo arrebate.
    Así de simple, así de triste.
    en cuanto al relato,me gusto mucho.
    un saludo

    28/05/12 12:05

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