Mi Segunda Piel.
Intentamos simplemente huir cuando algo nos duele, nos afecta más de la cuenta. Escapar tal vez de aquello que no queremos oír. Correr y llorar a los brazos que sentimos que nos protege, que se camufla con todo ese dolor, que nos entiende, o que tan solo está, ahí, en silencio, mirándonos para después decirnos que todo estará bien, que la vida sigue aunque se nos parta el corazón y sintamos que las lágrimas no van a dejar nunca de caer, y es así cuando te das cuenta de la suerte que tienes de haber encontrado esos brazos, que si pueden no ser los mejores, siempre estarán ahí.