En mi singular rostro semicircular reside la imagen del mundo

Esa imagen del mundo retratada por el paso de los años

Mis arrugas, que se extienden desde mis tristes y vencidos párpados hasta mi frente, conforman los trazos (limites) de los pedazos de tierra que están rodeados de agua.

Esas manchas producidas por el sol, que son más bien intentos de nubes y no precisamente blancas como la lana, se alimentan de días de primavera, verano y otoño.

Cicatrices de acné y rasguños hundidas en mis mejillas como los cántaros de la tierra donde el mar se aloja. Donde el mar mora.

En armonía los acompañan mis moretones, aunque no siempre estén presentes. Más o menos así es como juegan a ser la noche y el día cuando a veces se tornan amarillos, y a veces tienden a ser morados... Como él reflejo del sol en el mar... Como el reflejo de la luna, pese a su incapacidad de producir luz natural.

Los espejos, enemigos fieles de mis ojos que le han temido a la vejes desde antes que tuviera consciencia de mis pensamientos. Desde cuando te ponías a llorar en las noches, implorando por una vida eterna, pero lo único que se inmortalizó fue el pasar de los años que va de rostro en rostro alimentándose de la carne, del sufrimiento de las sonrisas, de todos.

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