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Autenticidad

A mi amigo Targus (poeta de sentimientos derrochados en vasos de alcohol que vamos bebiendo a modo de calmante que nos ayuda a enterrar la congoja que nos causa la estúpida y mingitoria compostura social que hace que las almorranas puncen más de lo debido a consecuencia de las iniquidades y los procesos embusteros) le trae de cabeza desde hace tiempo el tema de la autenticidad. Al final, y por mucho que debatamos el asunto y nos sulfuremos dando puñetazos en la mesa, casi siempre llegamos a la conclusión de que en este país "cada uno vota lo que le sale del nardo" y, en ocasiones, ni eso se nos permite.

De aquel "vive como predicas, di lo que haces y haz lo que dices", nada de nada, es más, como alguien diga abiertamente lo que hace bajo el amparo de la intimidad, ya una jauría de seres juiciosos e insensibilizados se encargarán de convertirle en un figurilla de cera latente, se apoderarán de sus defectos y de sus virtudes para transformarlos en una única cosa: un desperfecto absoluto. Aunque debiéramos recordar que la persona genuina es aquella que asume la responsabilidad de lo que es y se reconoce libre de lo que es, sin más. Ciertamente, en esta sociedad de apariencia constante y necesaria para alcanzar la cima de la pirámide social, nuestra autenticidad va siendo liquidada desde que llegamos al mundo, sin que nadie nos pregunte si estamos de acuerdo o no con ello. Nos van clavando dogmas en la cabeza que ya en la adultez, son muy difíciles de borrar. Somos lo que comemos aunque no tengamos ni idea de quién trabaja el producto y con qué finalidad. Somos copias de reproducciones falsarias, izamos banderas rajadas por el poder de un viento que desde el inicio ha hecho de nosotros lo que a él le place, sin saber, tal vez, que la verdadera revolución comienza por uno mismo. Libertad es un concepto que hay que agarrar con pinzas, es una palabra que usamos a diario y a viva voz, palabra que no tenemos ni idea –en general- de lo que significa, al igual que ocurre con términos como tiempo, amor o infinito.

La clave del fracaso vital es complacer a todo el mundo, algo, por cierto, imposible de llevar a cabo. Aun así, la persona que lucha por ser auténtica y fiel a sí misma jamás hará esto. Ella sabrá cuál es su mínimo propósito vital, y desde esto, intentará llevar a cabo sus deseos de progresión vital. Este tipo de personas se verán vilipendiadas por el resto de sus semejantes, su vencimiento será anunciado día sí y día también, y su reposo se llamará "soledad". Lo decía J. Van Praagh a su digna manera: "Cada uno de nosotros está en la Tierra para descubrir su propio camino y jamás seremos felices si seguimos el de otro"; aunque yo me quedo con aquella pintada que vi hace años, a modo de grito libertario que no entiende de complejos puramente terrenales, pero sí de decoro y humanidad: "Todos nacemos como originales, aunque casi todos agonicemos como copias".
Alexandervortice27 de abril de 2013

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