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EmpuÑar El Filo de la Navaja

Sería bueno caminar boca abajo aunque sólo sea una vez en la vida buscando un punto de inflexión u otro punto de vista. Estaría bien almorzar pedruscos de alquitrán para así saber que tras las capitulaciones y las cruces poco llevaderas los hombres se pueden llegar a volver más perspicaces. Estaría bien dejar las barbas a remojar para enseguida cortarlas y sin temor, dejarlas crecer de nuevo, pese al qué dirán o a las desgracias que supuestamente están por venir. No estaría de más escribir 1 o 2 poemas desvergonzados mientras se padecen los castigos del insomnio, y después, regalárselos a la primera persona que te encuentres transitando por las avenidas de la incuria (quizás se te quede mirando con rostro embrollado cuando se lo entregues, creyendo que le ofreces un folletín con los últimos descuentos en bisutería barata). Recomiendo que antes de agonizar se intente indagar la verdad de las cosas, ya que nunca nada suele ser lo que parece, y detrás del malo no nos solemos topar con algo tan malo, y detrás del benevolente, el callado, el tibio y siempre educado, suele haber un jardín repleto de cadáveres, ropajes hechos con la piel de sus víctimas y calaveras que sirven de ceniceros o escupideras. Recomiendo exponer nuestras verdades mediante megáfonos al menos 2 o 3 veces a lo largo de nuestra existencia (aventurarse a ser más sincero conlleva la dilapidación social, insultos garantizados 7 veces por semana y rogativas al maligno para que te salgan sarpullidos en las nalgas y el costado). Asimismo, cuando ya hayas cumplido más de 3 décadas sobre la faz de la Tierra y aún no sepas cuál es el sentido de la vida, sería positivo lanzarse en paracaídas desde la razón instituida hacia el abismo grácil de la sinrazón desaconsejada por la inmensa mayoría, y así sentir el soplo exquisito de la muerte acariciando el rostro alicaído, como si lo hiciese una geisha instruida para tal acontecimiento. Además, nunca está de más embriagarse de intrepidez justiciera y, a la postre, enfrentarnos a nuestros contrarios, esas personas que desde hace tiempo no han recibido respuesta por nuestra parte a sus osadías y, a causa de nuestro silencio, creen que andamos debilitados cuando, lo cierto y verdadero, es que con nuestra mudez no hemos hecho más que dejar de echar leña al fuego, aunque debemos recordar que la justicia que calla por bondad es normalmente tardía, tanto, que puede llegar a ser injusticia. Hay un momento en la vida del hombre en el que debe empuñar el filo de la navaja, reciamente, con coraje y amor propio, por mucho que chorreé la sangre, ya que no es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo.
Alexandervortice27 de marzo de 2012

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