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Envejecer


Pasa la vida como si fuera un paraguas sin aguacero, pasa como un sonido metalúrgico proveniente de los arrabaldes, pasa como una armónica poco o nada erosionada, o como un aire que acarició benignamente el rostro del hombre que dio su vida a cambio de un minuto más de placidez. Somos prepotencia y proyectos futuros, y enseguida dejamos de ser. Ambicionamos gloria y prontamente vemos la grandeza del que descansa acompañado de crisantemos, madreselvas y polvo de siglos venideros. Es la existencia un látigo frenético, imparable, pero neutro ante la inmensidad de las palabras que no decimos por miedo al qué dirán, al engaño. Somos réplicas de los que antes ya pasaron por aquí, por este planeta habituado al desahogo de los elementos, al ir y venir de cometas, a los virus y a las transformaciones forzosas por motivos de evolución, incluso, de involución. Vamos envejeciendo al tiempo que nos cansamos de ser nosotros mismos. Agotamos nuestro mal llamado entendimiento en conseguir cosas que de nada valen para resolver el enigma de los sentimientos, de la enormidad que nos rodea con sus manos de estrellas. Antes, cuando yo era más joven, algunos morían por una droga justa (ahora ya nadie muere por nadie). Lapidábamos las injusticias a base risas y humildes evocaciones, dejando a un lado el patético individualismo. Pese a todo, yo sé que de hoy en adelante voy a dormir sobre los brazos de la esperanza: he caído tantas veces a lo largo de mi corta vida que no tengo más remedio que darme a la bebida de lo ácido, de lo trascendental, de lo insolente… Todas las noches ardo. Las llamas son fantasías de un mundo mejor, de una simulación bastante real. El fin del mundo será mi fin, no el fin de todos y de todo, sino mi fin, mi vejez, mi existencia vivida por mí mismo, nunca por las normas que me intentaron imponer en la escuela una bandada de profesores –cómplices del alineamiento- que nunca fueron capaces de enseñarnos verdades primordiales, o cómo hacer para cambiar el hecho de que tan sólo el 3 % de la humanidad disfrute de más del 90 % de la riqueza que se genera en todo el mundo. Sueño con una vida mejor ya que ese debiera de ser nuestro primer derecho vital. Porque, tal y como nos aclaraba Louis Charles Alfred de Musset: “El hombre es el único que envejece; todo lo demás rejuvenece en torno suyo cada día”. Por algo somos terriblemente mortales.
Alexandervortice03 de octubre de 2012

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