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Escuela de Hipocresía (artículo)

Nacer es competir incansablemente y morir es la meta. Cabeceamos en un "singular" que procura lugares comunes y mostramos a nuestros semejantes una careta que no les permita ver lo que verdaderamente somos, lo que en verdad sentimos si es que algo digno podemos o debemos sentir ahora que la sociedad le pide un precio demasiado excesivo a los sentimentales. Brotamos de la supuesta "nada" para ser inmediatamente roídos por las sanguijuelas comunes y/o por las bocinas de los autos que no poseen punto de llegada ya que no saben adónde se dirigen. Sucumbimos para alcanzar un sueño poco comprensible por la inmensa mayoría, ignoramos lo que somos en verdad y sólo somos sinceros a solas. Nos dirigimos en fila india hacia la escuela que nos asegura que nadar a contracorriente no es legítimo, que el pez vivo es el que sigue el camino establecido por los demás peces. Nace un nuevo ser humano y enseguida es llevado al ilustradísimo colegio donde será prontamente alienado y explotado, cual oveja a la que se le otorga un lustroso código de barras que resaltará a ojos de sus semejantes durante largos años de vida.
El clasismo siempre ha sido y siempre será una circunstancia interior, un sentimiento negruzco y algo cadavérico que navega por nuestras venas cual virus mortífero y agilipollado, es algo que se nos metió en el ADN segundos antes de respirar por vez primera, y que mediante el adiestramiento diario va medrando sin descanso para así convertir nuestros innatos sentimientos en recuerdos de una época que tal vez no hallamos vivido jamás (vete tú a saber). Pero los hombres nunca dejan de ser niños por mucho que lo nieguen, aún cuando nos asombran con sus espantosas y sádicas crueldades, no dejan de ser niños y siempre necesitan amor y protección.
Con los años vamos olvidando quiénes somos por motivos de adultez, dejamos de lado el idealismo y el entusiasmo de aquello que se nos mostraba como algo honrado y sencillo, para enseguida agarrar con suma fuerza las normas adultas que alguien inventó para hacerse llamar a sí mismo "maduro" ("cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez"). La hipocresía es la mano que balancea gratamente los pasos a seguir para transformarnos en sospechados hombres hechos y derechos, personas de provecho con futuro competente, peces que siguen la corriente sin variar los hábitos, las normas establecidas por una sociedad que desde hace años nos ha demostrado que está equivocada, que no presta atención a todos por igual, porque en su ADN ruge con fuerza el clasismo que coloca etiquetas como quien coloca un cubito de hielo en el vértice del sol; sociedad ampara injusticias, sociedad dona falsedades, sociedad de quita y pon, sociedad en la que la ley es la billetera colmada y el dolor de los humildes pesa menos que el sufrimiento de los que residen en la cima de la pirámide. No obstante, "más vale un minuto de vida franca y sincera que cien años de hipocresía". Amén.
Alexandervortice01 de agosto de 2013

1 Comentarios

  • Neogrekosay2012

    El texto enriquece la idea de una sociedad, cada vez, más próxima a su total incoherencia. La hipocresía es moneda de cambio desde nuestros orígenes. Me gusta tu amplio universo de verdades: quizá los textos no precisan ser demasiado extensos para, con tu claridad de idea, expresar lo que desea. Un saludo.


    01/08/13 06:08

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