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EspaÑa


Circula con fuerza la idea de que dentro de muy poco sólo habrá dos clases de españoles: los pertenecientes a “Españoles por el mundo” y los españoles de “Callejeros”. La cosa, al menos a día de hoy, no da para más. Tal vez, visto lo que hay, estas sean las únicas opciones que nos queden a los que hemos tenido el movedizo honor de nacer en este país de pandero retroactivo, vino enconado, carne de toro desgraciado a golpe de “olé” y divisiones entre territorios que no hacen más que descomponer la idea de que este lugar donde vegetamos sea una patria, más bien, una cuna glutinosa de países, y aún así tendríamos que debatir el asunto largo y tendido para descartar un acuerdo. Ser español no es tarea fácil ya que no se puede ser lo que no tienes ni pajolera idea de lo que es. He de suponer que antaño, cuando España era un Imperio donde no se ponía el sol (por lo que el recibo de la luz estaba tirado) sí era un orgullo ir por el mundo adelante diciendo “yo soy español, pero español, español… aquí y en Flandes, oiga”. Ahora, por desgracia, si caminas por Londres o por Berlín y te preguntan por tu procedencia, casi siempre deseas escurrir el bulto aclarando que eres italiano o portugués, incluso, si te lo curras un poco y el que pregunta no está metido de lleno en el asunto de las entonaciones, puedes poner voz de pito y pasar por galo del sur. España es ese lugar que jamás podrá enviar un astronauta a la luna, no porque no llegara el tipo a pisar dicho satélite hecho de cuajada, sino porque el tema sería un lío de proporciones bíblicas, ya que al colocar la bandera, orgulloso de sí mismo y de su nación, medio país estaría entusiasmado y el otro medio le llamaría facha. La solución más plausible sería la de colocar 17 banderas: la catalana, la gallega, la andaluza, la asturiana, la ceutí... y aún así. A parte, esto no sería serio a los ojos de los demás habitantes de la Tierra, pues, al tener que explicarles el por qué de tantos estandartes nos tomarían aún más por el pito del sereno, y no está la cosa como para ir fomentando la tontería más allá de la península. Así es que España -supongo- no es más que un enigma metido dentro de una incógnita sin resolver; es un lugar de veraneo para guiris ávidos de sangría, de salidas hasta las 7 de la mañana y vomitonas con gustillo a ensaimada o longaniza. Esto y poco más es España, no exagero ni palidezco. Y lo peor de todo es que como sigamos así, dándonos cera los unos a los otros, compitiendo por motivos que la razón no logra normalizar, que no nos extrañe que llegue el día en que agarremos el periódico a primera hora de la mañana y nos encontremos con la bochornosa noticia del día: “Según la última encuesta del CIS, ser español es la primera preocupación de los españoles”. Pues eso.
Alexandervortice19 de febrero de 2013

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