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Iniciando Septiembre

Como el descanso del guerrero que combatió en los almanaques del tiempo futuro para alcanzar un lugar donde poder darse a conocer, llega septiembre un tanto mustio y desencantado a consecuencia del espíritu ego centrista y falsamente progresista de la sociedad actual. Septiembre lluvioso, ventoso, soleado, mareado, agrietado y maldecido por la Prima de Riesgo, la radical subida del IVA y las iniquidades que carcomen la moral y los hígados aceitosos de la gente normal. Septiembre matriculado sin su consentimiento en la academia del «te olvido porque pronto te vas», septiembre entusiasta los días impares y denigrado los pares; mes que sale de su órbita refrescante para meterse mansamente en un octubre que vaticina elecciones (momento en que el pueblo llano pasa a ser denominado por los candidatos políticos como pueblo soberano). Atrás ha quedado agosto, aunque eso es lo que menos nos debería importar o doler, ya que no es el tiempo el que pasa realmente, más bien pasamos nosotros, envejecemos nosotros…, y no ese registro de días que hemos inventado para fechas señaladas, para ubicarnos en un mundo que la mayoría de las veces nos supera. Estrenamos mes y no cambiamos nuestros rostros embrutecidos, rayados y malsonantes; nos comemos las uñas de las manos con ansias maléficas y desechamos la idea de que, tal vez, el problema del mundo actual también somos nosotros mismos. Caminamos despacio, como buscando algo espectacular, al tiempo que criticamos con voracidad la mirada lánguida del vecino, o al joven irresponsable que «nada sabe de la vida», olvidándonos de que nosotros algo también tendremos de culpa para que la situación esté viciada, para que la esperanza se haya trasformado en un zorro que asesina el futuro satisfactorio que en tantas ocasiones nos prometieron en la escuela. Nos olvidamos de que ha llegado septiembre cual bendición de los dioses que aún creen en el ser humano. «Amistad de corral, fe de zorros y sociedad de lobos», sentenció en su día el moralista francés Nicolas Chamfort. Para mí esta frase sintetiza con suma veracidad el espíritu del hombre moderno, ese ser que no es capaz de convivir con sus semejantes sin tratar de sacar un provecho indigno, algo que, sin duda, a largo plazo repercutirá en el «todo social». Por tanto, sería bueno aprovechar este septiembre lánguido para arrancar los prejuicios de nuestro corazón, e intentar modelar de nuevo nuestros actos, sobre todo siendo conocedores de que todo pasa, a no ser los sentimientos conciliadores que le dan sentido al sin sentido de la existencia, y así al fin reconocer las cosas que ciertamente nos hacen felices.
Alexandervortice04 de septiembre de 2012

1 Comentarios

  • Indigo

    Septiembre sombrío, hedor a guerra atómica (la última, seguro) preludio en el tablero sin rastro positivo, quién sabe si equivocado esté...Octubre de elecciones en varios puntos del planeta con resultados diametralmente opuestos en intención de los votantes, a veces...
    Salud amigo.

    04/09/12 05:09

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