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La Familia que Me PariÓ

Nunca he creído en el concepto melódico de familia por el simple hecho de que mi familia nunca creyó en mí. Cuando digo esto es por qué lo puedo basar en hechos reales, porque he padecido al tío beodo exclamando estupideces el día de Noche Buena (los licores suelen sacar el auténtico yo), o cuando he tenido a mi lado la tonta soberbia del primo ese que se ha dejado patillas a lo Curro Jiménez, flequillo made in Pop británico, y ahora ostenta jerséis de “Burberry” para darse a conocer en los círculos más Vip de esta ciudad con olor a perro sarnoso y sabor a pis de gato recocido. Creí fervorosamente en la familia cuando visualicé en varias ocasiones la gran película “El Padrino”, donde Marlon Brando, el extraordinario actor que ya es mito indiscutible afirmaba: "¿Vives con tu familia?. Bien, porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre". Ahí fue donde idealicé de sobremanera la idea de “gastar” familia, de ser hombre en familia, de luchar por y para tener un grupo de tipos afines por motivos de sangre a mi alrededor, gentes que se enfrentasen contra todos aquellos que fuesen en contra el honor de la casta. Pero, por desgracia, enseguida se me pasó el mamoneo: esto ocurre cuando eres plenamente consciente de que tu estirpe te ha puesto la etiqueta sombría de oveja negra que escribe poesía y aúlla a la luna llena, que dice lo que piensa sin pensar lo que dice, y que a escondidas, se ríe agudamente al observar al primo anteriormente mencionado, que intenta dárselas de pijo urbanita para conseguir un estatus paradójico, ese mismo pánfilo que pocos años antes jadeaba la canción de Iron Maiden “Fear of the dark”, con hálito metalero, a medida que iba sorteando obstáculos por las calles nauseadas del exceso. He de suponer, pues, que es cierto que todos cambiamos, y que a mí se me olvidó hacerlo. No obstante lo malo de ir mudando de caparazón, es que la mayoría de personas mutan hacia la involución, en vez de evolucionar, y darle más valor a conceptos como amistad, pareja, o linaje. Y es que la familia que me parió, la del siglo XXI, no es más ni menos que un fiel reflejo de la sociedad que nos ha tocado en gracia, un conjunto de personas que se reúnen sin saber muy bien el por qué en días señalados para montar reyertas, denigrarse, tirarse cuchillas en forma de bolitas de pan, y luego, más tarde, una vez finalizado el acontecimiento, llegar cada uno a sus respectivos hogares e ir quitándonos doloridamente los puñales que nos hemos clavado en la espalda con suma alevosía. Sí, estimados lectores, quizás la familia de hoy no sea más que una ceguedad, o como decía la escritora francesa Simone de Beauvoir: “La familia es un nido de perversiones”; y punto.
Alexandervortice26 de abril de 2011

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