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Opciones de Bondad

La corrupción, aparte de ser una canallada hedionda, también es un tema de debate constante que mina la moral de todas las personas de bien, personas que desde hace mucho tiempo, y padeciendo todo tipo de injusticias e ilegalidades, están a un paso de darlo todo por perdido y arrancar de mala manera la bandera del engaño constante. Me lo decía no hace mucho mi buen amigo Juan Pazos (hombre de rectos conocimientos y atisbo realista): “Entiendo que la corruptela no puede ser una condición humana porque entra dentro del campo de la elección, de la libertad. No estamos condicionados a ser corruptos, lo somos si elegimos serlo”. Referente a esto, debo aclarar que Juan habla desde la humanidad y el respeto, desde la integridad, desde el espíritu clemente que poseen una minoría de hombres y mujeres, espíritu que es un don, una dignidad que ahora más que nunca se ve avasallada y desmembrada por las elecciones de una mayoría de individuos que deciden pasar por la vida metiendo el hocico en los cuchitriles ajenos. Debo decir que Juan tiene toda la razón, pese a que las opciones de la vida pueden llegar a ser demasiado decadentes, pese a que el camino recto es el menos atrayente. Cabe decir que Juan es de esos que gustan de la frase pronunciada en su día por el ya fallecido aunque siempre recordado por mí Luis Boullosa: “La inteligencia sin bondad no sirve de nada”; por desgracia, y desde mi humilde y fatídico punto de vista, creo que hace tiempo que ya no se muestra con claridad la inteligencia, ni los helados de “tuti fruti”, y mucho menos la bondad, ya que en el momento en que actuamos semeja que exclusivamente es para alimentar nuestros egos erráticos, nuestras vanidades y/o nuestras carteras de inversión, y al hacer esto estamos realizando un daño irreparable al conjunto de personas con las que cohabitamos (no puedes obligarte a ti mismo a sentir algo que no sientes, pero si puedes obligarte a hacer el bien, a pesar de lo que sientes).

Podemos optar, podemos elegir y podemos cambiar, y a esto le podemos llamar sin ningún tipo de complejos “libertad”. En nuestras manos está el querer agarrar la enseña de la equidad y mostrarla allí donde vayamos, con nuestros hechos, con nuestra manera de proceder, de lo contrario, nada me hace dudar que llegará el día en que pasemos de soportar una crisis a vernos consumidos por una “hecatombe moral” de dimensiones inconcebibles, ocasionada por el hartazgo de la ciudadanía, una ciudadanía cansada de no encontrar buenos ejemplos a los que seguir, ya que de nada valen las promesas de ecuanimidad si éstas no están promovidas por actos justos. Este es el problema, por ejemplo, de la política: los gobernantes hablan, recortan, realizan giros desesperados en el cielo social para ampliar su tiempo de mandato, se justifican a diario pero, cuando son pillados con las manos en la bolsa de los indecorosos billetes, bajan la cabeza y callan, no por vergüenza o tormento, no, simplemente porque les han destapado el verdadero rostro que poseen, lo que representan realmente: vanidad, acomodo, apariencia, poder…
Alexandervortice11 de febrero de 2013

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