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Ser Quijote

Caerse y levantarse para volver a caer. Ingerir polvo y asfalto y sentir como el callo se vuelve más resistente a la piedra pómez. Saborear con cierto orgullo la irritación del penúltimo vencimiento y sacarle partido al siguiente (el estoicismo es lo que tiene). Alzar la vista al frente, rezar cien Padrenuestros, sortear a modo de estoque las lenguas viperinas que en realidad son asesinas, menospreciar tu “yo” para enseguida expectorar insultos a los egos que te rodean… Considerarse ninguneado por una realidad que pudiera ser ensueño, ya que las farolas son gigantes y las alcantarillas edenes con genios insolentes y hadas enamoradas de la luz que les obsequia Venus. No sé a dónde voy, no sé, pero sí sé que en este sistema de ideas putrefactas mal llamado sociedad no puedo ni debo estar. Porque un quijote lo puede llegar a perder todo menos la razón, el porte y el cigarro de humarada fangosa. Una persona que se levanta cada mañana menospreciando el IBEX, prendiendo cirios a una amada que babosea metadona, apolillando ideales y sospechas en su cabeza de galanterías, una persona así, digo, todo lo alcanza, por ser solemne en sus trances, inmoderado en sus crónicas y asilvestrado con sus peores enemigos. Expresaba Thomas Hobbes sobre este peliagudo asunto:”En esto los romanos tenían la misma opinión que los griegos; también los judíos, quienes llamaron profetas a los locos, si pensaban que estaban poseídos de un espíritu bueno, y endemoniados, si el espíritu era malo; algunos llamaban locos tanto a los profetas como a los endemoniados, si el espíritu era malo; algunos llamaban locos tanto a los profetas como a los endemoniados, y algunos llamaban a un mismo hombre endemoniado y loco”; y seguramente sea que en el interior del quijote, del desequilibrado, se halle la virtud del iluminado y la extenuación del condenado a vivir sin gloria, ambas cosas fusionadas en clave de perenne y necesaria compañía, y por tal cosa, convirtiendo a estos personajes en seres únicos, desconectados con lo teóricamente evidente. Ser quijote sin Rocinante ni Sancho, sin monedas en la cartera harapienta, siendo sabedor de que Dulcinea se ha ido transformando en una choni demasiado depravada a la que le encantan las playas nudistas, las mini faldas que enseñan más de lo que esconden y el licor de manzana. Ser quijote en tiempos de IPad y cópula cibernética, con líneas ADSL que virtualmente nos mantienen comunicados con todo tipo de individuos allende los mares, cuando lo cierto es que nunca hemos estado tan solos y/o tan mal acompañados, nunca hemos anhelado tanto poder dormitar pausadamente en las planicies del Parnaso, allí donde yacen las calaveras impetuosas de todos los quijotes que perecieron por falta de comprensión y apego.
Alexandervortice19 de marzo de 2012

1 Comentarios

  • Luisjose

    Alexander!... así es de dificil llegar a la idea del Quijote hoy día compañero. Me gusta como relacionas al pintoresco personaje y su historia... con lo que ha transcurrido a través de los siglos... la perspectiva de las cosas siempre cambian, la ignorancia cesa... así va la vida. Buen texto, bastante inspirado... Saludos!!

    19/03/12 06:03

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