TusTextos

Holocausto

Querida Kitty:

Hoy mi mamá ha tenido la insensibilidad de dejar el Diario de Ana Frank en la mesa del comedor. Creo que lo ha hecho a propósito para que mi papá, mi hermanito o yo lo leamos y suframos como debe haber sufrido ella. Ha funcionado. He picado. Sólo he leído cinco minutos, pero he tenido suficiente. Maldita sea, no quiero leerlo, no quiero volverlo a abrir de nuevo, ni siquiera deseo tocarlo...y sin embargo, tu y yo sabemos, querido diario, que lo devoraré en pocas horas un día de desocupación cualquiera, un día de estos, o de aquéllos.
Ella era monísima. La he visto. En la portada de la edición que mi madre ha tenido la temeridad de comprar, el valor de leer y la desfachatez de dejar tirada en un lugar bien visible de ésta, mi casa. Te he contado, estimado diario, amiga única y verdadera, que he cometido la imprudencia de leer cinco minutos de sus confidenciales textos que no deseaba compartir con nadie, a menos que (palabras de Ana) encontrara a su alma gemela, y, por ello sé, mucho antes que por una sexagenaria foto en blanco y negro, que, en efecto, ella era monísima.
No seré tan engreído y arrogante como para decir que yo hubiera sido su alma gemela, de verdad que ni lo pienso ni lo creo, pero al espiar tan descaradamente su intimidad no me he sentido, ni mucho menos, como un intruso; pareciera que esa niña nació para escribir lo que escribió y para que yo y gente como yo leyera cada letra que su manita infantil debió esforzarse por grabar con la mejor caligrafía. Aunque, tal vez mi falta de remordimientos éticos se deba a que siempre fui un poco, o más bien un bastante, mirón...fisgón...voyeur...sí, aunque el Word me la subraye como incorrecta, voyeur es la palabra más apropiada.
Verás, querido diario digital, aunque tengo toda la intención de colgarte en internet para que te lea cuanta más gente ociosa, mejor, jamás alcanzarás la universalidad que logró el pequeño cuaderno marrón de una niña de trece años que no pensaba mostrarlo jamás a nadie que no alcanzara el título de alma gemela, pero ¡no te desanimes pues yo no lo hago!, en serio, no es que tú o yo seamos pequeños, es que ella y su diario son colosales...inmortales mejor dicho, ya que en el año 15.478 después de Cristo, o como se listen los años dentro de 13.468, todavía los leerán, todavía los leeréis. ¿Qué campo de concentración u organización política y militar puede contra eso?

Pese a que mi siguiente sentencia puede parecer contradictoria, no lo es: tengo tantas ganas de leer entero el Diario de Ana Frank como de no leerlo. No, corrijo: tengo tantas ganas de leer el Diario de Ana Frank como de no tenerlas. Sé que si lo hago, si lo leo, mi mente, que a menudo posee una gran parte racional, íntegra se trocará en pura emoción, y lo bello y lo terrible lo invadirán todo y lloraré. Catarsis llamaban a este tipo de trances los que habitaron el Egeo. Si a ti,lector y voyeur mío, te ocurre algo parecido, mi consejo es: léelo. Y no me ofendas llamándome hipócrita; tú, yo y mi querido diario sabemos que también lo leeré pronto.

Tu Alex
Alexandros22 de enero de 2010

1 Comentarios

  • Avelibre

    Alexandros,
    como buena "curiosa", (no, mentira, no lo soy...), me qudé aquí leyendo tus pensamientos en blanco y negro.
    Te diré que he leído el libro. Es magnífico!
    Transporta, sin lugar a dudas, a una de las épocas mas crudas e injustas, (a mi humilde manera de ver las cosas).

    Ya pasando a tu texto, permíteme "confesarte" que es realmente de altura. Yo que tu sigo pensando y transcribiendo en Kitty.
    No sé si llegarás a tener el éxito de nuestra "amiga" Ana Frank, pero eso sí te digo..., si tienes algo de la fortaleza y perseverancia que ha tenido nuestra niña, creeme que lograras conmover a mas de un@ como yo.

    Felicitaciones y adelante!
    (Aquí ya tienes a una fiel lectora).

    22/01/10 01:01

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