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Escollos

Hay algo extraño en la manera en que muchas veces se desarrollan los acontecimientos. Pasa en muchos aspectos de la vida: personal, profesional, social o económico. Dicen que todo, tarde o temprano, llega que no debemos inquietarnos por el devenir. Uno puede fijarse un objetivo, una meta que alcanzar y hacer todo lo requerido para llegar a dicha meta. Claro que pocos hablan de ese recorrido y de lo que perdemos en él. Siempre aparecen obstáculos o impedimentos que nos aflojan las ganas y minan el tesón o la voluntad dirigida hacia nuestro objetivo. Yo les llamo escollos. Un escollo bien puede ser un acontecimiento que frene nuestros impulsos provocado por terceros de manera intencionada o no. Por desgracia, suele ser de forma deliberada. Encontramos escollos en el mar, en la playa, en ríos y pantanos. La característica principal de estos peñascos es que suelen estar a flor de agua o no se descubren bien. Hay personas y acontecimientos escollos. Y no nos percibillos de ello hasta que no hemos tropezado y caído. Lo terrible de todo es que algunos humanos no son capaces de levantarse y proseguir su camino. Mientras, los escollos, permanecen ahí, alertas e imperceptibles , inmóviles y determinados a hacernos caer de nuevo. Y poco o nada podemos hacer al respecto. Nadie habla de esta gente. Nadie habla de aquellos que nos martirizan, que nos humillan, que nos minusvaloran, que nos pisotean sin el menor reparo. Sólo por ser como somos, sólo por llevar una vida distinta a ellos. Con el siguiente ejemplo (basado en hechos ponderables) lo van a entender a la perfección:

El joven Alejo acostumbraba a salir temprano los fines de semana a hacer un poco de footing al parque. Y para llegar hasta el parque tenía primero que andar, desde su bloque, un trecho por la plaza Mayor. A esas horas no es que estuviera muy concurrida pero podían encontrarse viandantes. Los quioscos empezaban a abrir, y ya podían encontrarse algunos bares y cafeterías empezando la mañana. Fue en una de estas cafeterías donde empezó todo a torcerse.
En la terraza se encontraban un grupo de trabajadores de limpieza municipal que Alejo conocía muy a su pesar, puesto que los veía inevitablemente al pasar por allí. Y ellos lo veían a él. La gente tiene una mente maligna y muy retorcida, y era habitual oírles claramente cómo murmuraban de él en términos ofensivos sobre ese chico que iba al parque a “chupar pollas”. Literalmente. Alejo, al pasar y alejarse de este grupo de degenerados podía escuchar cómo lo decían y se reían. Además, no es que se preocuparan mucho sobre la posibilidad de que los escucharan. Estos lerdos siempre hacían lo mismo cuando Alejo pasaba por allí. Comentarios y risitas muy crueles que le hundían la moral. Llegaba al parque lastimado, con ganas de llorar y de volverse para casa. Al terminar sus tandas de footing, de nuevo volvió a pensar en esa gente y en la forma en cómo se reían de él sin conocerlo absolutamente de nada. Cómo podía ser la gente tan perversa y dañina.
Salió del parque. Caminaba cabizbajo, hundido en sus pensamientos, con ojos lagrimosos y sintiéndose avergonzado de sí mismo. Pensaba en aquellos hombres riéndose de él. Pensaba en cómo serían sus vidas, si serían mejor que la suya. Los odiaba. Los aborrecía y algún día iba a enfrentarse a ellos aunque lo lincharan. Mas seguro, por otra lado, que lo negarían, que explicarían que no se estaban refiriéndose a él. Sabía cómo era la gente y al no haber testigos pues… Nadie tiene derecho a insultar a nadie lo conozca o no. Ni a humillarlo. Con todo esto en su cabeza iba nervioso y distraído Alejo. Se sentía triste e incomprendido. Ya habían sido muchas veces. Y siempre que ocurría se decía a sí mismo que ya se cansarían, que seguro no los vería más. Pero no era así.
Fue en este estado de ansiedad, de tristeza y de rabia contenida cuando Alejo penetró en un paso de peatones, con semáforo en rojo, sin apercibirse de si venía algún coche. Un camión de reparto no lo vió a tiempo, frenó violentamente, pero no pudo esquivarlo, y lo atropelló. Murió en el acto. Aquella voz quebrada de hombre rudo y malévola resonó en su cabeza, milésimas de segundos antes, murmurando: “Schhuus, El maricón ya va en busca de rabos”. Fue el último pensamiento de su vida.

Mientras intentaban reanimar sin éxito los servicios de emergencia a Alejo, ya cadáver, los trabajadores estaban bien vivos, ya metidos en faena , ajenos totalmente a tan trágico accidente.
El conductor del camión, sufre desde entonces depresión nerviosa y acude cada mañana al cementerio a orar y pedir perdón al muchacho.
Los trabajadores continúan yendo a la cafetería cada mañana. Cuando vieron la noticia en los medios y reconocieron a Alejo, volvieron a tener pensamientos malévolos y ofensivos. Pero esta vez, no los expresaron.


Alexisromero01 de junio de 2013

2 Comentarios

  • Jasmin23

    Amigo que puedo decir, mi vida está marcada por ese sentir. No por mí, sino por los míos y tengo que sacar fuerzas que no tengo. Pero lograré el éxito. Aleccionador el texto.

    01/06/13 06:06

  • Vanished

    Aunque causa tremenda rabia e impotencia y ganas de arrancarles la cabeza , suele suceder que esa gente se comporte así, lo hacen cuando ven a una persona que es hermosa porque sienten envidia de estas y tienen el alma podrida, y son basura, lo malo es que casi siempre el ataque lo ejecutan hacia adolescentes o personas frágiles que les cuesta mucho aprender a defenderse de esa gente estupida y mala leche. Saludos

    02/06/13 09:06

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