Encuentro
Algo me lleva a escribir, me hala, me arrastra, me seduce
me roba mis secretos
Ya nadie recuerda aquella tarde
Pocos se detuvieron a mirar el oscuro cielo que antecedió
la fuerte borrasca que inundó las calles;
fue como si el cielo quisiera desahogar su furia
y con rabia arremetiera para con agua borrar
y mitigar el dolor que se siente al despedir
algo que se quiere y con indolencia se pierde.
Con su traje blanco y negro, con pasos lentos
caminó las calles y apenas un par de veces se detuvo
para mirar con melancolía la pobreza y la miseria
de lo que una vez era un bosque encantado
hoy convertido en una interminable mole que
no permitía descanso y aturdía los odios arrasando
consigo ya lo poco que quedaba de la miseria humana.
Hacía muchos pocos años que la tristeza la embargaba
Ya no estaba Borges, ya no estaban Neruda
Gabriela Mistral, Bécquer, Valencia, Silva
.
y todos aquellos que con galantería en fríos inviernos,
calurosos veranos, floridas primaveras
o románticos otoños, se dejaron seducir por su belleza,
ya habían partido del mundo de las letras.
Sumergida en su soledad, para darse un descanso
se vio sentada en medio de muchas almas que a pesar
de su exuberante belleza pasaban afanadas ignorando
por completo las sentidas notas de Silva y Villalba
de Leonardo Fabio, de Roberto Carlos, de Mercedes Sossa
verdaderas poesías que un día en suave prosa
le cantaron al amor y al desamor, a la vida y a la muerte.
Al llegar la noche, al igual que yo quiso morirse.
La ciudad indolente a pesar del frenético caos del bullicio
la arropó con el manto frio y negro de la indiferencia
y la encuentro perdida somnolienta, esperando una mano
amiga que quisiera plasmar en una hoja en blanco el recuento
de una noche de mayo o de diciembre, no sé,
solo sé que me sedujo y desnudos los dioses no quisieron que muriera
mi amiga, mi amante, la prosa
.
la poesía
