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Huye Del Placer de Su Alma

La conozco desde que tengo uso de razón. Aunque a veces, me resulta una verdadera
extraña. Su forma de ser me desconcierta. Cambia su estado de ánimo dependiendo de
los factores externos. Desprende inseguridad. Emana tristeza, disfrazada de vitalidad y
optimismo. Aparenta ser fuerte, pero no lo es. Débil. Frágil. Muy pequeña, en un mundo
excesivamente grande. La veo cada mañana con la cabeza gacha y con la mirada hueca
y derrotada. Es como si su propia vida le hubiera vencido. Como si el peso de su vacío,
le hundiera cada día una dignidad que ansía salir a flote. Ha viajado por mil y un lugares
insólitos. Ha hecho el amor con infinidad de hombres y mujeres, que han sido capaces de
hacerle olvidar por un momento, su desgracia interna. Deseo. Placer. Erotismo. Sólo en su
imaginación. Se siente encarcelada. Enjaulada en sus propios prejuicios. Silenciada, con la
cruel mordaza de sus complejos. Quiere ser libre. Siempre antepone la felicidad ajena, a la
suya. Se infravalora y se menosprecia cada vez que le surge una mínima oportunidad. He
querido entenderla tantas veces, que la mayoría de ellas, he tirado la toalla, fracasando en
el intento.
No me gusta que sea tan rencorosa y vengativa. Que su rictus muestre la negatividad y
el pesimismo. Que en su mirada apagada y fría, se respire angustia. El ansia de una
vida mejor, basada en puros sueños ficticios, que se desploman ante sus ojos cada vez
que sale el sol. Odio sus defectos. Y no puedo amar sus virtudes, porque por más que
he ahondado en los rescoldos de su alma herida, no he encontrado ni una sola de la
que pueda enorgullecerme. Definitivamente, no me siento orgullosa de ella.
A veces la odio. Incluso demasiado. Pero a veces también la quiero. Cuando sonríe
vagamente, olvido todo lo que un día pudo molestarme de esa personalidad misteriosa
y de ese carácter visceral y vehemente. No puedo alejarme de ella por mucho que la
odie. Nos une un lazo muy fuerte. Casi irrompible. Su alegría, es la mía. Y su dolor, es
el mío. La veo cada día frente al espejo, huyendo de la palidez de la muerte y haciendo
oídos sordos a la carcoma de la soledad. La odio. Profundamente. Y no quiero hacerlo.
Es duro reconocerlo, pero sí odio a alguien. Una persona que detesto con toda mi alma.
Yo.
Alguienconelcorazonroto24 de febrero de 2012

3 Comentarios

  • Libelle

    En un tiempo hace bastante yo llege a odiarme por otras circustancias . Pero poco a poco la vida me enseño a quererme y a querer un abrazo y animo

    24/02/12 06:02

  • Alguienconelcorazonroto

    Espero que ami tambien me lo enseñe, un beso (;

    24/02/12 09:02

  • Mariaencarnaciondeloregano

    La vida es como una pizza, la suma de sus partes y el sutil aroma de su esencia, combinada con una pizca de orégano es capaz de embriagar los sentidos mas halla de la innata razón.

    24/02/12 11:02

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