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Nuevo Ejercicio Literario Ii

Con bastante retraso, y atendiendo a las peticiones de algunos compañeros, propongo un nuevo ejercicio literario para mejorar nuestra escritura. En este caso, se trata de crear un texto a partir de dos palabras escogidas al azar (que alguien te las diga, al abrir un diccionario por un sitio cualquiera...) con la única condición de que han de ser dos palabras que, digamos, no pertenezcan a la misma categoría. Dicho de otro modo, dos palabras que habitualmente no pondrías en una misma frase.
A continuación os dejo el relato que hice ya hace tiempo siguiendo este ejercicio. Mis palabras fueron leopardo y botella.


La botella y el leopardo


Bajó la botella y allí estaba. La verdad es que no le sorprendió mucho ver un leopardo frente a él. Desde que se aficionó al whisky escocés había tenido unas cuantas alucinaciones. Otra más, pensó.
-Buenas noches, gatito – dijo, con voz pastosa y etílica, tambaleándose a pesar de estar sentado en un banco.
Lo que sí le llamó la atención fue que el leopardo le hablara.
-Hola.
-¡Anda, eres el primero que me dice algo! Nornalm, nor… casi siempre os limitáis a presentaros de repente, dar un par de vueltas a mi alrededor y, como mucho, rugir, o ladrar, o lo que quiera que haga cada uno. Bueno, una vez una ballena se puso a relinchar, lo que me pareció un poco absurdo, la verdad.
-¿Prefieres que no diga nada? – preguntó el felino, caminando elegantemente hacia un lado.
-No, está bien así – dijo el hombre, esforzándose en centrar la vista en el fondo de la botella para ver cuánto whisky quedaba – No tengo mucha gente con quien hablar, todo el mundo suele apartarse de mí. Es agradable poder hablar con alguien. Bueno y, ¿qué estás haciendo aquí, en el parque?
-Tengo hambre, y pensé que serías una presa fácil.
-¡Ah, pues te advierto que yo no tengo mucha carne! No vas a sacar gran cosa de mí. Estoy muy flaco. No como mucho, casi todo me lo gasto en whisky.
-¿No te asustas? Ya te he dicho que voy a comerte – dijo el animal, caminando hacia el otro lado mientras el hombre apuraba el contenido de la botella.
-¿Por qué iba a asustarme? Ya se que no estás aquí, te lo he dicho antes. No eres el primero que viene.
-Entonces no te importará que le pegue un mordisco a tu pierna
-No se, eso no me convence demasssiado – dijo arrastrando la ese – Al fin y al cabo, es mi pierna.
-¿Y a ti qué más te da? –dijo el leopardo, mirando al hombre a los ojos- Aunque sea producto de tu delirio tengo hambre, y tu puedes ayudarme. Cuando se te pase la borrachera, todo estará bien de nuevo.
-Sí, supongo que tienes razón –admitió el hombre- Oye, ¿esto no dolerá?
-No creo. Esto no es real…
-De acuerdo, muerde. Pero sólo la pierna.
-Trato hecho.
El animal se acercó y clavó sus dientes en la pierna del hombre. Flojo al principio, casi como pidiendo permiso. Pero enseguida, al sabor de la sangre que comenzaba a brotar de las heridas, apretó las mandíbulas y arrancó un buen pedazo de carne de la pantorrilla. El hombre dio un pequeño salto sobre el banco y se llevó ambas manos a la pierna.
-¡Oye, que sí que duele! Mejor déjalo, esto no me está gustando.
-No te preocupes, bebe un poco más, seguro que se te pasa en un momento –dijo el leopardo, poniendo su enorme zarpa sobre el hombre. Este se llevó la botella a los labios buscando un calmante en el dorado líquido, pero solo encontró aire. La miró con tristeza, al tiempo que su vista se nublaba aún más de lo que ya estaba.
-Me estoy mareando…
-Es lógico, te has bebido la botella entera. Mejor duérmete, cuando despiertes todo habrá terminado –dijo el leopardo, aspirando el embriagador aroma de la sangre fresca.
-Sí, cre, creoo que voy… a dormir… un rato – murmuró al tiempo que se tumbaba sobre el banco.

© Alberto Pasamontes
Alpana24 de octubre de 2014

5 Comentarios

  • Libelula

    Mis palabras hamaca, tijeras, raqueta.
    Amanda era una niña bien, criada en un seno de una familia aristocrática, sus padres cónsul de Italia en España llevaban una vida a todo tren.
    Tenían una casa solariega con un gran porche, y varias hamacas donde Amanda pasaba las horas muertas del día observando todo lo que sucedía a su alrededor.
    Su vida era como un gran ordenador donde todo estaba ya procesado y ordenado.
    A las diez d ela mañana clase de tenis, la cual odiaba pues el manejo de la raqueta no era su fuerte, prefería estar tumbada al sol observando la nada antes que ese estúpido juego pensaba.
    A las doce clase de música con la señorita Rosa una cuarentona no muy agraciada, con bastante mal oído.
    El almuerzo era por libre casi siempre lo hacía con su nana de toda la vida Engracia una mujer robusta pero de carácter amable y cariñoso.
    La cual le enseño el arte de bordar que aunque no tenía mucha utilidad al menos le dejaban usar las tijeras elemento , de muchos que le tenían prohibido , tras el incidente con la cobaya .
    La cual un día amaneció diseccionada encima de la mesa del comedor.

    26/10/14 07:10

  • Alpana

    Hala, a falta de dos, tres palabras para combinar.
    Interesante disección, Libélula.

    Un abrazo :)

    29/10/14 01:10

  • Indigo

    Hola Alpana, hay poca receptividad a entrar en el juego creativo que impulsas, excepto la amiga Libelle que siempre en tan activa y casi hasta moderadora de esta web TT.
    Hago espacio en mi agenda, en algún momento escribiré relacionado a esta nueva propuesta.

    Gracias a ambos por ser interactivos y a los demás compañeros, sería interesante leer otras propuesta, lo cual le dará vida positiva a la página.

    Abrazos!

    29/10/14 03:10

  • Libelula

    Esmuy triste nadie se implica nadie participa en fin.
    :-(

    29/10/14 06:10

  • Alpana

    Bueno, con que haya dos que estáis interesados, para mí más que de sobra. Es un placer contar con vosotros.

    30/10/14 01:10

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