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Micro Cuento: la Ciudad de Los Gatos.

"La ciudad de los gatos y la ciudad de los hombres
coexisten una dentro de otra, pero no son la misma ciudad"

-Anónimo.

La ciudad de los gatos:

Diario al filo de la media noche la ciudad de México cambia de vestimenta y un halo de misterio se oculta en la oscuridad de las calles y callejones. En ese momento la gran urbe cambia de dueño, se convierte en pertenencia de los patea calles, de los bohemios y de los hijos de la noche. Pero hay entre tanto asfalto otra ciudad escondida dentro de la misma, la ciudad de los gatos y Archie, el hermoso gato negro de ojos grandes y amarillos que bien podrían contener todas las respuestas a las más grandes preguntas de la vida y que observaba con serenidad desde el calor de su hogar, lo sabía; esa era su hora y era también su ciudad.
Así, con esa calma que lo ha caracterizado desde el día en que nació, hace casi exactamente seis meses, bajó del filo de la ventana, rondó un momento por su hogar, se despidió de su hermano y de la joven que lo había cuidado desde que era tan sólo un pequeño bulto negro de ojos cerrados y saltó a la calle.
Ya desde el otro lado la ciudad era aún más imponente, los ruidos que de ella se desprendían eran casi una melodía, la melodía de la vida y de la libertad.
Con esa idea en la cabeza, saltó por los tejados de oriente con la seguridad de quien conoce su destino; nada ni nadie podían detenerlo, su instinto lo llamaba.
Después de un par de horas de brincar de una azotea a otra decidió andar por la solitaria avenida. Ya no corría, estaba muy lejos de casa y nada podría hacerlo volver: ni el alimento interminable y a toda hora, ni el calor de esa cama en la que dormía todo el día, todos los días acurrucado con su hermano, ese torpe, aniñado y noble gato atigrado. Tampoco su bola con cascabeles, vaya, ¡ni siquiera volvería para tratar de resolver el misterio de ese desagradable y molesto punto rojo que le atormentaba desde hacía tanto! No, ahora ya nada de eso importaba, había otros misterios que descubrir, él lo sabía aunque aún no estaba seguro de cuáles.
Siguió vagando y conociendo la inmensidad de la ciudad cuando sin previo aviso, un enorme gato blanco, gordo y de ojos azules le cortó el camino y con una mirada profunda lo incitó a seguirle. Archie ya había llegado muy lejos, los primeros rayos de sol comenzaban a enrojecer el cielo de la urbe y no pensaba echarse atrás en ese momento. Así se fue detrás de esa gran y peluda masa que se contoneaba con estilo y discreción dirigiéndose al fondo de un callejón.
Archie iba un par de metros por detrás de aquél misterioso gato cuando lo vio saltar dentro de una coladera casi al final de ese largo callejón. ¿¡Pero qué estaba haciendo!? ¿¡Acaso estaba loco!? pensó. Sin embargo y luego de analizarlo un par de minutos, recordó que el mundo no está hecho para los cobardes y así, se lanzó por la misma coladera que el gato blanco.
No era muy profunda, el fondo estaba casi inmediato y había un pequeño tunel que iba más al fondo; Archie sin pensarlo más corrió por el túnel y al llegar al otro extremo lo que vio lo dejó estupefacto… era otro mundo, ¡era la ciudad de los gatos! ¡Esa de la que tanto había oído hablar a los gatos de la colonia, la misma que muchos aseguraban que no existía! ¡No era un mito! ¡Ja, seguro que esas mascotas amaestradas jamás tuvieron el valor de dejar sus casas, por eso jamás llegaron hasta aquí!, pensó.
En el curioso lugar había de todo: sobras de comida humana, hermosas gatas con mucho más estilo que las divas del cine, ratas por montones para perseguir y hasta una fuente a la que, por supuesto, sólo se acercaban para beber.
El gato negro siguió recorriendo asombrado la ciudad felina hasta topar de nuevo con el gato blanco que lo había guiado hasta allí:
-¿Es esta la ciudad de los gatos de la que muchos hablan allá en la ciudad de los humanos?, le preguntó.
-La misma.
-¿Por qué muchos creen que es un mito? ¿Por qué no guías a otros así como lo hiciste conmigo?
-Porque no todos tienen lo que se necesita para venir aquí, la gran mayoría de los gatos que viven a la par con los humanos temen dejar la comodidad y los lujos de sus hogares, han perdido el instinto, la libertad y la habilidad que los caracteriza como especie. En cambio tú no, llegaste solo hasta aquí buscando sin buscar. Tú todavía eres un gato, un felino digno de serlo, no te conformas con ser una mascota ¡y es que los gatos no somos mascotas de nadie! ¡Los gatos somos libres! ¡La curiosidad no mata al gato, la curiosidad hace al gato!
-Nunca pensé encontrar un lugar como este. No me quiero ir.
-No tienes que hacerlo, este es tu hogar como lo es de todos nosotros.
-Temo dejar atrás a la familia que me acogió cuando me encontraron solo e indefenso en la calle.
-Estoy seguro de que si te ayudaron fue desinteresadamente. Es momento de hacer que esa ayuda, esa oportunidad que te regalaron al acogerte en tu momento más vulnerable valga la pena.
Archie se quedó pensando. En le fondo sabía que su amiga y su hermano lo entenderían. Ellos se tenían el uno al otro, ya tenían lo que querían, él quería algo más y este gato tenía razón: era su responsabilidad hacer que la oportunidad que le dieron al ayudarle a convertirse en lo que era hoy valiera la pena. Los amaba y eso no iba a cambiar aunque no compartieran el código postal . Se iba a quedar.
Y así, en cuestión de una noche, la vida de un pequeño gato negro había cambiado por completo en una de las más grandes ciudades de América.
Ambarhelena19 de agosto de 2013

3 Comentarios

  • Javieroscar

    ¡Excelente!, realmente muy bueno.


    Saludos.

    Javier.

    19/08/13 05:08

  • Polaris

    Te felicito, es precioso.

    Pol.

    21/08/13 09:08

  • Polaris

    Te felicito, es precioso.

    Pol.

    21/08/13 09:08

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