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Caminante Nocturno(2)

-Necesito un favor.- Hablo el ángel de cabello blanco con una sonrisa autosuficiente que dejaba claro que decir “no” no era opción.

Algunas personas que pasaban junto a ellos se atrevían a mirarlos, durante un breve momento, casi parecían tentados a acercarse. El Oráculo se vestía con mezclilla y cuero negro. En apariencia solo era un chico universitario de veinticinco años a lo sumo, no la extraña criatura inmortal de la que nadie estaba seguro de qué o quién era.

-¿Por qué tengo el presentimiento de que no tengo derecho a escoger?- Habló Dante tratando de parecer relajado.

-Y yo que pensaba que me obedecías por lo bien que te caigo…- Luego haciendo un gesto hacia la avenida.- Caminemos, no me gusta estar en un solo lugar durante tanto tiempo.

Era característico del Oráculo, siempre desconfiado, incapaz de bajar nunca la guardia. Nadie sabía de él más que el hecho de que no era alguien a quién te gustara tener de enemigo.

Dos hombres caminaban tranquilos, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. La lluvia que amenazaba por fin cumplió su promesa. El cielo se abrió dejando caer una buena cantidad de agua empapándolos hasta los huesos.

-¿Y bien?-Se exaspero Dante apartando unos mechones negros mojados que se le pegaban a la frente.- No tengo intensión de convertirme en piedra esperando que me dictes sentencia.

Por un momento el Oráculo pareció incomodo, casi culpable. Eso solo hizo que Dante se pusiera a la defensiva. Hay que dejar claro que el hecho de que alguien lograra hacerle eso a Dante después de sus varios siglos de haber recibido el beso de la muerte, era algo digno de tomarse en cuenta.

-Ya que lo pides.- Habló el Oráculo haciendo un gesto con los hombros que trataba de restarle importancia a sus palabras.- Necesito que protejas a un pequeño aquelarre.

Si una bomba atómica hubiera explotado en medio de la ciudad cubriéndolos de fuego y polvo habría dejado menos perplejo a Dante.

-¿Qué?- Fue lo único que pudo decir. Se había parado en seco, el agua chorreaba sobre él como si se tratara de una figura de piedra.

-Lo que escuchaste.- Insistió el Oráculo arrugando el ceño.- Tienes que proteger un pequeño aquelarre.

-Te escuche. – Trato de dominar su genio Dante, con un gesto de fastidio peino su cabello con los dedos.- ¡Diablos!... ¿Qué trato hiciste?... ¿Por qué entregarme en bandeja de plata a esas criaturas?. Sabes lo que esa raza le hace a la mía. Prefiero pararme al sol de medio día que ayudar a esos humanos que se creen juez y parte.

La risa del Oráculo lo tomó por sorpresa.

-No te lo tomes tan apecho. Este aquelarre es… podría describirse… algo así como renegados. Los Fierazza le tienen precio a su cabeza… Y ya sabes lo que dicen. El enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Dante no estaba para nada convencido de eso. El tenía buenos motivos para no querer acercarse a los problemas entre facciones. Si se trataba de buscar inocentes nadie lo era, así de simple. ¡Qué todos se fueran al infierno!... Pero con el Oráculo nada era sencillo, nunca. El había dado su palabra y ahora tendría que, una vez más, honrarla.

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El pueblito, porque no podía llamarse ciudad, era casi un encanto. Los edificios no pasaban de tres pisos, calles pavimentadas rodeadas de aceras blancas. Personas que se saludaban al toparse en las esquinas. Era tan lindo que por un momento estuvo a punto de sentir que le daba una embolia, si eso fuera posible, por supuesto.

-¡Maldito Oráculo!- No pudo evitar maldecir por enésima vez.

Las personas no tenían el más mínimo decoro, ni siquiera trataban de disimular su curiosidad. Estaba seguro de que era cuestión de tiempo para que lo sometieran a un interrogatorio en plena vía pública. Por suerte había logrado conseguir que una pequeña inmobiliaria le facilitara una casa rodeada de una tapia alta, la entrada resguardada por un portón de metal evitaría las miradas curiosas. Eran apenas las siete de la noche y las calles poco a poco habían quedado bacías.

“Perfecto para un caminante nocturno.”- Pensó no sin cierta amargura. “Un pueblo sin
vida nocturna”

El Oráculo le había dicho que el Patriarca del pequeño aquelarre lo esperaba. Qué ya el Mago tenía todo arreglado. Esperaba que fuera cierto. No se sentía cómodo en ese lugar, estaba seguro de que era cuestión de tiempo para que lo persiguieran con estacas y antorchas.

Llegaba a su nueva casa, ya había serrado el portón de metal cuando el móvil en el bolsillo de su chaqueta comenzó a sonar.

-¿Vampiro?- Le hablo una voz de hombre con un cierto acento Italiano.

-¿Mago?- Si el Mago no se la ponía fácil, el tampoco estaba obligado a hacerlo.

-¡Necesito que vengas hasta nuestra casa!- Le ordenó más que pedir la voz en el teléfono, sin poder disimular que estaba tan incomodo con todo eso como el mismo vampiro.-

-¿Y se podría decir como sabré donde viven?.- No mentía el vampiro, si el Oráculo no le hubiera asegurado que estaba en la ciudad correcta jamás los hubiera podido localizar.

La risa complacida al otro lado del teléfono le crispó los nervios, realmente quería tener a ese Mago enfrente para patearle el trasero hasta que le doliera la punta de la bota.

-No estoy para jueguitos.- Advirtió el vampiro casi siseando.- Si estoy aquí no es por mi gusto, eso lo puedo asegurar.

-Bien sanguijuela. Dime donde te quedas he iré por ti.

Peor que vivir eternamente, sin más razón para despertar cada noche que ver la luna aparecer, era tener ganas de ver sangre correr y no poder hacerlo.

Entró a la casa, estaba bacía. El diseño y la distribución no era nada de otro mundo, era solo una casa blanca común de tres hitaciones, una pequeña oficina, sala comedor y cocina sin muchos lujos. En realidad no podía recordar la última vez que había estado en un lugar así. La única razón por la que la había escogido era por la tapia que la resguardaba y una bodega interna sin ventanas y muy bien protegida por una puerta de acero. Ideal para alguien que no quería sorpresas con el sol.

Tomo las llaves del auto de alquiler, un Mercedes bastante elegante, apenas entró en la ciudad se dio cuenta que era demasiado llamativo. Lo había alquilado en la capital, jamás se habría podido imaginar la diferencia que hacía una hora de viaje en un país tan pequeño.

Apenas terminaba de sacar el auto cuando una camioneta doble tracción, del tipo familiar, estaciono junto a él. Si hubiera estado de un mejor humor esa noche, se habría reído hasta el próximo siglo. Un miembro de un aquelarre en el aquel transporte digno de un hijo de vecino.

Si en algún momento había tenido ganas de encontrarle el lado cómico a la situación, el ver el conductor borró por completo cualquier atisbo de humor. Era Marco, Marco Fierazza, el hijo menor de Barbara Fierazza, él que se supondría heredero de Dante Fierazza, Patriarca del más temido aquelarre. No había duda, la tez ligeramente bronceada, el cabelló oscuro rizado y los ojos azules, todo en ese hombre gritaba Italiano.

Sin mucha ceremonia bajo del auto, si eso era una trampa no se los iba a poner fácil. Un vampiro acorralado podía ser tan peligroso como cualquier fiera herida. Eran apenas las ocho de la noche y la calle estaba bacía. Al menos no tendría que matar a ningún mortal por ver lo que no debía.

Marco debió adivinar el humor del vampiro, porque también bajo del auto con su mejor cara de “muérete”

-¿Te sorprende verme?- Hablo Marco despacio. - ¿O simplemente te sorprende verme vivo?

En ese momento Dante recordó la noticia, en esos días estaba demasiado ocupado con sus propios problemas para prestarle atención.

-Ahora que lo recuerdo.- Hablo el vampiro mirando de arriba abajo a lo que debía ser una aparición.- Se supone que deberías estar muerto… tú y tu prometida de sangre, la supuesta hija de la naturaleza….

Sin poderlo evitar, sorprendiéndose a sí mismo, soltó una carcajada como hacía tiempo no tenía deseos de hacer. –Eres el maldito engaño más grande que haya visto en mis no pocos siglos. Si tu abuelo se enterara invocaría a todo el infierno detrás tuyo.

-Exactamente por eso estas aquí.- Fueron las palabras sombrías del Mago que lo miraba profundamente ofendido.

Dante ahora estaba seguro que el Mago realmente tenía ganas de olvidar lo mucho que lo necesitaba y atarlo a una estaca en medio de la plaza para esperar el radiante sol del amanecer. La actitud de Marco le dejó claro que la molestia era compartida, no tenía la disimulada alegría del que tiende una trampa y mira como la presa cae.

-Voy a serte franco- Hablo Dante mientras se paraba a un metro escaso del Mago.- Estoy aquí para honrar la palabra empeñada al Oráculo en un estúpido momento de debilidad en mi oscura existencia. Él a cambio no me dijo más que debía llegar a este pueblo olvidado de Dios para ayudar a proteger a un pequeño aquelarre. Es una suerte para ti que no haya mencionado tu nombre. En los años que serviste al Patriarca Fierazza mataste tu buena ración de vampiros, aunque muchos de estos no fueran más que novatos sin dirección.

-Todo se paga vampiro, como ya lo tienes que saber por experiencia propia.- Fueron las palabras del Mago que dejaban claro que no había olvidado.- Pero aún para seres como nosotros hay una esperanza. – Luego, volviendo a entrar al auto le pidió que lo siguiera.

-Tendrás que venir en mi auto, el tuyo no podría ni comenzar el camino.

Dante no estaba seguro si fue por honrar la palabra dada o por simple estupidez que siguió al Mago.
Anatema03 de octubre de 2011

1 Comentarios

  • Indigo

    “... Si hubiera estado de un mejor humor esa noche, se habría reído hasta el próximo siglo...”

    Esta figura metafórica si me gustó de sobremanera, contiene tanto...

    Hay algo pendiente, ya sabes...
    Besos.

    04/10/11 04:10

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