TusTextos

Fugitivos

Estaba sentada en el mismo lugar, haciendo lo mismo de siempre, rodeada de las mismas personas de siempre. Es más, quién me conoce sabe que eso no es exagerar.
La tarde estaba tranquila, una brisa fresca movía las hojas de los árboles mitigando el calor del verano. Por tardes así merecía la pena vivir. Cuando se vive sin grandes sobresaltos no se sabe lo feliz que sé es.
En la gloriosa hora del almuerzo estábamos reunidos bajo un gran árbol de almendro. Los recuerdo como si fuera ayer. Me pregunto dónde estarán ahora. Deyma, furiosa tratando de descubrir quién le había puesto dos enormes piedras en el bolso. Hayito y yo fingiendo no saber nada del asunto.
En un colegio rural, con no más de ochocientos estudiantes, amplia zona verde, pabellones bien distanciados, sin mencionar profesores que conocían a todo el mundo. Era un bastión del aburrimiento. Aquí se consideraba un héroe al que lograba salirse con la suya sin que lo pillaran infraganti. Algunos ni no nos molestábamos en intentarlo.
Mis padres estaban contentos con la institución educativa, era el lugar perfecto para aprender a socializar y de paso mantener el perfil bajo. ¿Quién nos buscaría en un país pequeño, en un pueblo ínfimo, en un colegio público?
La paranoilla de mi familia llegaba a tanto que tenía que transportarme con el resto de la plebe, en autobuses repletos de estudiantes. Estaba segura de que el chofer debía trabajar medio tiempo en una planta empacadora de atún. Nunca entenderé como nos acomodaba a todos en un espacio tan pequeño.
-¡Hey!- Llamó mi atención Deyma arrugando el ceño.- Es que ninguno de ustedes me está oyendo. Alguien puso dos malditas piedras en mi bolso y todos ustedes se hacen los sordos.
Hayito estaba acostada sobre la espalda, la melena negra risada ocultaba por completo la mochila donde apoyaba la cabeza. Al escuchar las quejas de nuestra ofendida compañera solo abrió un ojo y luego lo volvió a serrar. Por mi parte continué fingiendo que el libro que tenía en las manos era la octava maravilla. Todos conocíamos la capacidad de lograr una venganza memorable que ella tenía. Hayito y yo nos jugábamos el pellejo al hacerle la broma. Teníamos nuestra confianza puesta en la total ausencia de testigos. Ese era uno de esos casos donde la pereza te hace ser suicida.
La llegada de Jessica hizo que Deyma cambiara de sospechoso. Una miradita disimulada paso de Hayito a mí… Sí Deyma era Sherlock Holmes, Jessica era Garganta Profunda. Mala combinación para dos culpables como nosotras.
-¿Y ahora?- No pudo evitar preguntar Jessica al ver la cara de reina ofendida con que Deyma la recibió.

-¿Tiene alguna idea de quién me hizo esta broma estúpida?- Hablo Deyma señalando el bolso abierto donde dos piedras del tamaño de un puño asomaban por el zíper abierto.
Era increíble que una persona de solo metro cincuenta pudiera intimidar a todo el mundo. Para ser sincera ella tenía razón, nadie se atrevía a gastarle una broma y salir entero de eso. Con las manos en sus caderas, los ojos negros echando chispas y la arruga que se le formaba entre las cejas dejaban claro que las cosas se iban a poner feas.
Es curioso como son las cosas, todo depende de la perspectiva. En ese momento, bajo ese árbol de almendro, rodeada de mis mejores amigas, me parecía casi el fin del mundo que me descubrieran culpable de esa nimiedad. Olvidando por completo que había cosas peores y más definitivas que la simple perdida de una amiga muy querida.

Continuará
Anatema26 de septiembre de 2011

2 Comentarios

  • Badgirl

    Gracias por tu inexplicable forma de hacer sentir a los lectores parte de tu texto!. Muy bueno la verdad!!

    26/09/11 05:09

  • Anatema

    Badgirl gracias por tus comentarios... Me animan a seguir adelante... Comenta con confianza lo que te guste lo que no, me ayudas a superarme

    27/09/11 03:09

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