TusTextos

Fugitivos(2)

Capitulo 2
Escribo mis memorias por intercesión de un querido amigo, solía decirme que cuando se escribe se purga demonios y se le da materia a la esencia de los recuerdos. Los amores perdidos recuperan pulso y aliento, los recuerdos dolorosos adquieren su verdadera dimensión al paso de los años.
A veces quisiera saber donde están esas personas que a mis dieciséis eran todo mi mundo. En realidad soy mejor que fasebook para buscar personas, pero un secreto temor me impide hacerlo. Sólo Dios sabe lo que habrán cambiado, quizás ya no sean ni por asomo lo que antes eran. A decir verdad yo tampoco soy esa niña de mis recuerdos.
Nuestra vida en esta pequeña ciudad era bellamente tranquila, habíamos llegado en las navidades pasadas y ya para septiembre habíamos dejado de ser novedad. En realidad estábamos en el país desde hacía un año, pero papá insistió en que no nos estableceríamos hasta asegurarnos de que nuestras identidades estuvieran bien afianzadas.
Un amigo de papá podía hacer creer a una calculadora que era un trasbordador espacial, en serio, no es exagerar. A cambio nosotros le hacíamos ciertos favores que solo criaturas como nosotros podríamos.
Mis padres se concentraban en que yo me sintiera segura, trataban de hacerme creer que todas las medidas de seguridad que tomábamos eran rutina. Lástima que el ser niño no lo haga a uno también ser tonto, en ocasiones eso puede hacer una gran diferencia.
Puedo decir sin temor a equivocarme que realmente nos sentíamos seguros viviendo allí, lástima que no pudiéramos quedarnos de por vida en ese pequeño pueblo al que sus habitantes insistían en llamar ciudad. Recuerdo que fue amor a primera vista.
Estando en la cocina de nuestra nueva casa Mamá me explico que si lográbamos formar parte de la comunidad podríamos quedarnos aquí el tiempo suficiente para que yo terminara la secundaria. Papá estaba sentado al otro lado de la mesa y me miraba con una sonrisa satisfecha.
Después de diez meses de vivir en la localidad y de seis de ir al colegio yo ya me sentía una parroquiana.
A mi mamá siempre le había gustado enseñar, así que consiguió un trabajo de medio tiempo en la escuela pública como docente de Música. Aunque para ser sincera mamá tenía una imagen de modelo más que de maestra, la cual trataba de disimular atando su llamativo cabello rojo en un moño apretado, unos lentes algo feos impedían apreciar el verde de sus ojos, ropa una talla más grande para cubrir sus curvas. Todo eso siempre lo consideré inútil, qué podría disfrazar una sonrisa dulce y un porte de reina. Siempre me divirtió ver la cara de bobo que ponía mi papá cuando mamá le sonreía, ni que decir cuando para colmo le guiñaba un ojo traviesa, el pobre estaba perdido.
Ya que hablamos de mis padres diré que papá tomo el trabajo del contador ya que él que tenía una de las oficinas más grades se había jubilado hacía poco. Hay que dejar claro que mi papá era el contador más guapo que alguien pueda imaginar. Solo para ilustrar diré que mis compañeras de colegio me pidieron como regalo en Navidad una foto de mi papá. Por supuesto eso estaba fuera de discusión.
De mí diré que había heredado un poco de ambos partes. De mi papá el cabello negro y los ojos azules, de mi mamá el cuerpo pequeño y menudo, esperaba que cuando fuera mayor también heredara las curvas de mi progenitora… ni quiera Dios las de mi padre.
La familia de origen de mi papá era italiana, así que tenía el cabello negro, rostro de ángulos distinguidos y una sonrisa como para morirse, o al menos eso siempre decía mamá. Sus ojos azules eran oscuros, de una firmeza que harían confesar cualquier culpa al más valiente.
A veces me pregunto qué habría pasado si ellos no se hubieran conocido, si yo no hubiera nacido. Desde el momento mismo en que se encontraron su destino estaba sellado. Cuando leí Romeo y Julieta en el colegio lloré tanto que tuve que llorar otro poco para que no llamaran a mi casa. Al menos mis padres si lograron fingir su muerte, renunciaron a tanto.

Capitulo 3
Volviendo al asunto de las piedras en el bolso de mi amiga Deyma, diré que como era de esperar ella nos descubrió. En realidad fue Hayito la que no pudo soportar la presión y buscando un arreglo con la fiscalía me vendió.
Ahora me da risa el recordarlo, aunque en su momento no me hizo nada de gracia. Yo estaba sentada en una de las bancas conversando con un amigo de noveno, Antony. Ambos teníamos el mismo gusto por una serie de manga llamada Caballeros del Zodiaco. Era una de las pocas cosas que me tentaban a escaparme de lecciones para poder verla en la televisión de la soda.
Como dije, estaba yo disfrutando de la rara dicha de encontrar una conversación interesante, cuando llegó Deyma. Apenas verla supe que estaba perdida. Ella lo sabía todo. En una situación como esta solo quedan dos cosas por hacer, bajar las orejas o plantar la cara. Yo escogí lo último.
Mi amiga no era la más popular del grupo por ser la más bonita, ni por ser boxeadora, ni por el dinero de su familia, lo era por ser la más lista, de voluntad firme y rencorosa con memoria de elefante. Nadie se metía con ella, no importaba si pasaban horas, días, incluso meses, si ella te leía la sentencia, esta se cumplía por su mano o su influencia. De seguro ella se figuró que como Hayito iba a pedir clemencia, nada más lejos de la verdad. Si de todos modos me iban a mandar al infierno yo me iba a asegurar de hacer buenos méritos para eso. Le dije sus cuantas verdades, cosas que todos pensábamos pero que nadie se había atrevido a decirle en la cara.
Aquello tuvo público, muchos me miraban como si se estuvieran despidiendo de mí. Yo estaba apenas en décimo año, recién llegada al colegio y mi vida pública ya la había condenado sin remedio. De no ser porque les había jurado a mis padres jamás quitarme el medallón que escondía bajo la blusa celeste de mi uniforme, en ese momento lo habría hecho solo para conjurar un rayo que cayera directo sobre la cabeza de la troll que tenía enfrente.
Una vez dichas las palabras que me condenarían a la categoría de paria, la dejé allí de pie con la boca abierta, considero que quizás esa fue la primera vez en la vida que le ocurría algo como aquello. Me aleje con toda la dignidad que una hija de mi padre podría tener, dejando a todos de una pieza. Si hay que cometer un error, había que hacerlo a lo grande.
Eso había ocurrido en el primer receso de la tarde, todavía me quedaban algunas horas que sobrevivir antes de llegar a casa. Yo estaba tan furiosa que tenía las manos frías.
El grupo que siempre andaba junto lo conformábamos nueve personas, incluyéndome yo. Después del altercado nadie sabía en qué pie pararse. Durante las lecciones el trabajo fue individual, por lo tanto se postergó la toma de bando. Contrario a lo que le ocurre a la mayoría de las personas, el enojó me agudiza los sentidos, ese día por primera vez entendí algunas formulas en la clase de matemática. Al menos alguien estaría feliz.
Los días eran así de agradables. Cosas tan terribles como que la mitad de tus amigos te mirase como si estuvieras loca y la otra mitad te admirara por suicida, fueron la tónica durante dos semanas. No cambiaría un solo minuto de esos días.


Capitulo 3
Nuestra casa estaba a cuarenta minutos del centro, para llegar a ella había que salir de la ciudad, tomar por la pista, luego desviarse subiendo por un camino de graba que llevaba hasta lo alto de lo que aquí llamaban montaña. Por ser un lugar tan llano cualquier cosa eran alturas. A cada lado de la calle habían árboles, conforme se iba subiendo el clima refrescaba, la flora de este sitio estaba muy protegida, ya que allí estaban las nacientes de agua que proveían de agua potable a toda la ciudad. Era como estar en otro mundo, nuestra casa era la última, para transitar hasta allí se necesitaba un carro doble tracción en invierno.
La casa era preciosa, de dos pisos, estilo cabaña. Grandes ventanales, mucha madera oscura y un olor rico a árboles. En el segundo piso cada habitación tenía su propio balcón, solo de recordarlo me hormiguea el corazón. El jardín no era muy grande, era un manto verde esmeralda salpicado por pequeñas plantas con flores. Al fondo los grandes árboles eran un muro natural que nos protegía del mundo exterior.
Papá se había asegurado de que mamá tuviera acondicionado un enorme piano al fondo de la sala principal, todavía recuerdo el buen beso que se ganó de premio. A pesar de estar lejos de la ciudad contábamos con lo último en tecnología, si no se podía usar la magia al menos eso lo compensaría un poco.
Una de tantas noches me había ido temprano a mi cuarto, me esperaba al menos dos asignaciones en fila sobre mi escritorio. Cuando eran las diez de la noche me mordió el hambre, así que baje para buscar un bocadillo a la cocina. Como tenía puestas mis pantuflas de conejo no hacía ruido al caminar. Al pasar frente a la puerta cerrada del estudio escuche voces. Eran mis padres, de eso no cabía duda. La malsana curiosidad me llevo a acercarme un poco más, en ocasiones uno mismo busca perder la paz de espíritu sin ninguna necesidad.
-¡Cálmate amor!- Escuche la dulce voz de mi madre, con ese tonito que usaba cuando yo era bebé y quería hacerme dormir.- Todo estará bien.
Un silencio incomodo reino durante algunos segundos, luego papá habló.
-Lo sé …. Pero odiaría tener que marcharnos de aquí pronto. Le prometí a Arianna que nos quedaríamos aquí el tiempo suficiente para que terminara la secundaria.
-Entonces así será…- La risita coqueta de mamá me dejó claro que era hora de que yo me metiera en mis propios asuntos.
-¿A ti no te han preguntado como siendo tan joven tienes una hija de dieciséis años?- Preguntó papá sin poder disimular su preocupación.
En ese momento entendí la clave del problema, era algo en lo que nunca me había detenido a pensar. Fui menos hambrienta y bastante más preocupada a la cocina. Siendo objetiva era algo que la gente podía preguntarse. Papá decía tener treinta y tres años y mamá treinta, pero para ser sincera parecían más jóvenes, con la ropa adecuada podrían parecer diez años menores. Dentro de tres años tendrían que acudir a todo tipo de trucos para parecer los orgullosos padres de una adolescente de diecinueve años. Quise llorar, nada era fácil para nosotros.
El traidor pensamiento me asalto de nuevo, como un salteador de caminos estrujándome el corazón. Mi papá debería ser el nuevo Patriarca de una de las familias más poderosas de nuestra raza, mi madre una bruja blanca, una hija de la naturaleza tan libre como el viento. En cambio vivían lejos de la protección de los clanes, condenados a estar atados por unos medallones que les impedían utilizar sus habilidades sobrenaturales. Si no puedes ver, tampoco te ven, o al menos eso me había explicado mamá.
Objetivamente podía decirme a mí misma que eran felices a pesar de todo, que se amaban tanto que estando a su alrededor uno sentía que nada más importaba. Pero quién le explica eso a un adolescente que siente que su existencia fue la maldición de sus padres.
Cuando cumpliera veinte años mi crecimiento se desaceleraría, de allí en adelante parecería hermana de mis padres. Algo de esa verdad me hacían sentir como si me fuera a quedar huérfana.
Anatema27 de septiembre de 2011

6 Comentarios

  • Rychardbouvier

    Wawww ... Largo pero Buenooo ...

    27/09/11 05:09

  • Anatema

    Espero que guste... A mi me gusto escribirlo.

    27/09/11 06:09

  • Rychardbouvier

    Ovio .. Claro que me gusto :) sino no lo hubiera comentado, enserio te quede Genial :)

    27/09/11 06:09

  • Anatema

    Lastima que no te pudiera clonar...ja...ja

    27/09/11 07:09

  • Albasilencio

    hermosa prosa y muy descriptiva, se lee con gusto, un saludo.

    27/09/11 06:09

  • Anatema

    Estoy buscando mi propio estilo, gracias por ayudarme a encontrarme

    28/09/11 01:09

Más de Anatema

Chat