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Triunfas Sin Limitaciones

Quizás se pensaba que por ser pequeña, una niña blanca más, no entendería lo que sus labios nunca decían, pero sus ojos llevaban tiempo chillando. Me atrevería a decir que desde el mismo día que le conocí. Al principio sí que no entendía los abucheos, que nunca iban dirigidos a mí cuando íbamos los dos camino de la escuela. Tampoco lograba entender por qué a papá le molestaba tanto que hablara de él en la mesa, pero supongo que no necesité ayuda alguna para quitarme la venda que llevaba los cubriendo mis ojos, más que tiempo. Así que cuando él quiso explicarme el porqué de todo ello, de sus enfados repentinos hacia mí, de sus cambios de humor cuando jugábamos en el parque, yo ya sabía que su poca suerte iba relacionada con su distinto tono de piel al mío. Él siempre había sido el mejor jugando al fútbol, entrenaba cada día para mejorar, para llegar a lo más alto, pero no lo sacaban ni a la cancha los partidos de Sábado por la tarde, siempre elegían al rubio de padres ricos. Ya teníamos once años, cada uno sus sueños, pero el mío siempre estaba más cerca que el suyo, no porque fuera mejor, sino porque en el país en que crecí la gente de color no tiene oportunidad de triunfar. Pero no pudo explicarme todo de golpe, no podía según él, yo no podría entenderlo, nací con suerte mientras él no podía ni ganársela. Pero yo quería entenderle, quería poner fin a esa desigualdad. "Quizás si hubiera nacido en otro país, o simplemente en tu calle, donde todos son como tú", decía siempre desde aquel día, o solamente se limitaba a echarse las culpas a sí mismo por tener un sueño que no le dejaba dormir. Y cada noche acababa mirando el agua del gran río que se extendía a través de Johannerburgo.
Andrea9701 de junio de 2014

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