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La Sombra

-Me la acababan de coser, la puta madre, ¿otra vez ojos de mujer? La próxima me la voy a hacer atornillar a las plantas de los pies.- Dijo Peter mientras saltaba de techo en techo corriendo detrás de su sombra...
Hacía ya unos cuantos años que había huido por primera vez, detrás de una preciosa joven de ojos castaños y a Peter aún le dolían los recuerdos. Aquel primer encuentro furtivo fue hermoso, Peter entró sin preguntar por la ventana gritando desesperado que le devolvieran su sombra.
-¡Ladrones, ladrones! ¡Es mi sombra!-
Y una dulce voz salió de la nada diciéndole
-Que bella sombra, ¿que tan hermoso será el que la porta?-
En ese momento su rostro se sonrojó y sintió ese tipico ardor en las mejillas. Riendo y con la voz temblando respondió:
-Yo soy Peter, Peter Pan y vengo de Nunca Jamás en busca de mi sombra, que anda huyendo tras de ti. ¿Donde la escondes?-
-No la escondo,- respondió ella, -ella se esconde de ti. Creo que deberías tratarla mejor.- Y habiendo dicho esto solto una carcajada y mostró su rostro a Peter.
Y en ese momento el tiempo se detuvo, la joven se encontraba de pie frente a él, abrazada a su sombra y él a su sombra ya ni la veía, se había perdido en sus ojos e iba a ser difícil hallarlo.
Su mirada se llenó de brillo y todas sus ideas giraban alrededor de una sola: ella.
No se atrevió a decir palabra alguna, temía que ninguna le hiciera justicia, sólo se quedó mirando con cara de idiota.
-Cosere tu sombra, ¿yo a cambio que recibo?- pregunto ella
-Te llevaré a nunca jamás- contestó Peter sin reparo, -allí jamás se nos arrugara la piel, seremos niños siempre y estaremos juntos.
-Peter... Es hermoso lo que me ofreces, pero no puedo dejar a mi familia. Mas si quieres puedes venir siempre que lo desees, si se rompe la costura de tu sombra yo te ayudaré a recomponerla.-
Peter lo pensó un rato y luego de pensarlo le dijo a la niña
-Esta bien, volveré cuando necesite recomponer la costura. Por cierto, ¿Como te llamas?
-Mi nombre Peter, es Victoria, siempre que me necesitesñ estaré aquí esperándote.-
Una vez que ella cosió su sombra Peter Pan salió por la ventana, y, ¿saben que es lo mas curioso? Ni siquiera paso por su cabeza la idea de volver a Nunca Jamás, sólo se sentó en un banco, en una plaza frente al congreso a esperar, paso allí la noche y a la mañana siguiente cuando nadie lo miraba rompió las costuras de su sombra y la dejó correr por los tejados hacia la casa de la joven, ella volvió a coserla, le ofreció un café que él rechazó amablemente y lo despidió luego de unas horas con un tierno beso en la frente.
-Portate bien Peter- le dijo ella
-Intentaré que no me castiguen Victoria.- respondió el saltando por la ventana.
Durante mucho tiempo se repitieron estas visitas de Peter a Victoria, todos los días él dormía sentado en la banca del congreso y cuando llegaba la mañana descosía su sombra y volaba tras ella hacía la antigua casa donde vivía ella. Con el tiempo las tardes se volvieron más largas, entre charlas, risas y el aroma del café, los besos en la frente acabaron perdidos entre sus labios, y sus cuerpos perdidos entre sábanas, y cada vez los encuentros eran más hermosos y Peter se sentia más lleno, y se decía a si mismo todas las mañanas «¿Para que querria yo ser siempre joven si puedo envejecer a su lado?».
Pero un día cuando Peter intento elevarse para ir tras su sombra se estampó la cara contra el piso, se sentia muy extraño, como si hubiese perdido la magia. Algo preocupado y al borde del llanto trepó por los techos y corrió tras su sombra. Cuando llegó a la casa de Victoria ella lo recibió, su cara ya no era la misma, el encuentro fue frío, aún más que el primero, ya no se sentia el aroma del café, sus dulces besos de miel ya no sabían a nada y entre las sabanas sus almas se sentían congeladas, atrapadas dentro de un iceberg. A la mañana siguiente, un poco desganado Peter descosió su sombra y caminó tras ella hasta la casa donde su amada debía esperarlo como siempre, con el café en la mesa y su habitual sonrisa en el rostro, pero cuando entró la casa estaba vacía y había una carta sobre la mesa, y sobre la carta había un espejo. Peter ignoró el espejo y abrió el sobre que llevaba su nombre escrito en negro, le resultó extraño encontrar así la casa, pero de seguro Victoria tendría sus motivos para no estar.
Peter leyó con atención la carta sentado en una vieja silla de madera y luego de haberla leído con lágrimas en los ojos tomo el espejo que había arriba del sobre y miró atentamente su reflejo.
No podía ser, su mirada había perdido el brillo de siempre, en su cara ya se dibujaban algunas arrugas y sobre sus mejillas, ahora pálidas se podía entrever que de a poco le crecía la barba.
Peter rompió en llanto, tomó la carta que Victoria le había escrito, y con una virome que llevaba en el bolsillo escribió detrás:
«En verdad lo siento mi amada, la próxima me lo pienso dos veces antes de renunciar a mi juventud eterna por una mujer que me va a dejar cuando se me arrugue el rostro.
Siempre tuyo, Peter.»
Y habiendo escrito esto tomó su sombra, se la cosió a los pies como ella siempre hacía y salto por la ventana.
Llorando se quedó varios días en el banco de la plaza esperando verla pasar de nuevo, pero su sombra sólo se quedaba quieta, cosida a sus pies. Ya con el tiempo acabó resignándose, perdió las esperanzas y acabó por pensar que nadie nunca lo querría, y ¿saben? Justo en ese momento a su sombra se le ocurrió escapar de nuevo.
Repitiendo a los gritos mil y un insultos Peter salto por los techos corriendo tras su sombra, entró en silencio por la ventana de una casa antigua, la tomó del brazo y se dispuso a salir sin hacer ruido. Pero antes de que pudiera saltar por la ventana lo detuvo una mano sobre su hombro. Él se dió media vuelta, casi por instinto y cuando la miró a los ojos el mundo se volvió a detener.
-¿En serio te la vas a llevar?- le dijó una voz casi tan dulce como los ojos que lo miraban. -Si vino a visitarme debe ser por algo, ¿por qué no me la dejas unos días?.
-Es mi sombra,- dijo, -no se la pienso dar a nadie.-
-Se te va a escapar de nuevo, sos la primera persona que veo que es capaz de ir contra sus propios deseos.
-¿Mis deseos? ¿No serán los de mi sombra?
-Ay niño, como se te nota todavía la inocencia. ¿Por qué te pensas que el noventa y nueve por ciento de los mortales la llevamos adherida al cuerpo? La sombra es parte nuestra y suele ir detrás de nuestros pasos, si tu sombra te lleva es porque deberías replantearte un par de cosas.
¿Té o café?
-Prefiero café
-Es una pena,-dijo ella riendo,- no me queda. ¿Queres té?
-Si no me queda otra.- respondió él, algo serio.- Me llamó Peter, ¿vos?.
-Me llamo Wendy. Toma asiento Peter.
Él se sentó en una silla del salón y una vez que el té estuvo listo Peter y Wendy se quedaron charlando largo rato. Vaya uno a saber como lo convenció de quedarse tanto tiempo, pero él solo se quedó. Ella era una chica bastante bajita, de pelo negro y corto y ojos oscuros, muy inteligente, por cierto, tenía una conversación de lo más entretenida.
Después de largas horas conversando Wendy le dijo a Peter
-Pareces incómodo, pero tu sombra esta muy a gusto, si me la dejas unos días la podes pasar a visitar. ¿Que decis?
-Me convenció tu sonrisa, mañana paso de nuevo...- respondió Peter mientras saltaba por la ventana.-
Wendy se asomó y le grito
-La próxima te abro la puerta. Idiota...- y luego entró diciendose a sí misma -Que raro que es.-
Así pasaron muchos días, Peter iba a visitar a su sombra cada vez con más frecuencia y, a medida que el tiempo pasaba esta se iba llenando del mismo brillo que Peter veia en los ojos de Wendy. Fue así a tal punto que un día de repente la sombra de Peter comenzó a brillar con más luz que él mismo, y él, muy feliz volvió a ser uno con ella, y nunca más se alejó de Wendy, la mujer que antes de coserle la sombra al cuerpo la lleno con su hermosa luz.
Angelgonzalez08 de febrero de 2016

1 Comentarios

  • Indigo

    Agradable leer tu versión.

    09/02/16 11:02

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