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Llueve En Buenos Aires

Seis y media de la tarde, en mi querida Buenos Aires llueve el gris cielo, y yo, paraguas en mano, recorro los paseos y avenidas en busca de una luz, que por tenue que sea, me alumbre el camino.
Ya encontré, caminando por las calles de la Boca esos amores pasajeros de hora y media los domingos, entre el azul del cielo y el sol dorado, que aunque lloviera, brillaba en las tribunas donde la gente saltaba unida en un sólo canto; ya encontré, en aquel café de balcones coloniales y paredes empedradas frente a la plaza donde sentarme sólo a debatir mis pensamientos, respirando el dulce aroma, perdido entre líneas, encerrado en mi cuaderno como si de barrotes de hierro se tratasen sus renglones; ya encontré también, recorriendo en Caminito las casas coloridas, la melodía triste de un tango melancólico, que tocaba en su bandoneón, con lágrimas en los ojos un septuagenario como recordando una antigua pena.
Todo lo tengo ya, perdido entre las mil hojas doradas que caen de los árboles del parque junto al río cuando duermen en otoño, pero aún ando en busca de una luz que me ilumine en el sendero sinuoso de la vida, y camino mirando alrededor, perdido entre el sonido de los autos y el humo de algún que otro colectivo, camino y camino sin dirección hasta que veo a lo lejos el brillo de tus ojos y recuerdo que te tengo a ti, mi preciosa estrella para iluminar las tardes grises en mi querida Buenos Aires.
Angelgonzalez09 de febrero de 2016

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