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El Circo de Los Espejos. #4 - Rumbo al Lago de Los Mil Suspiros.

Capítulo 4
Rumbo al lago de los mil suspiros

Asintió con una sonrisa tímida en sus labios, la cara de Yoshira se iluminó de inmediato con una gran sonrisa
—Ah es verdad, escuché que Yoshira ha elegido ir por el Sendero de las luciérnagas, que valiente. Dijo Hamelín bebiendo un poco de agua de una cantimplora
—Pues en realidad no fue apropósito.
Contestó ella dando un mordisco más –fue más bien una casualidad del destino que entrará por allí, pero supongo que eso estuvo bien—
—Yo no tuve el valor de entrar por ese sendero, me asustaba el saber que estuviese obscuro, sin una sola luciérnaga.
Intervino Kevin con tildes de tristeza en su hablar.
—Pero ahora ya no estará obscuro, siempre tendrás dos luciérnagas más que iluminen tu camino, no importa cuánto camines.
Sonrió ella en gesto de amistad, y de alguna manera, sintió aliviar su corazón con tan bello cuadro.
Una vez terminada la comida, se apresuraron a empacar todo lo que había sobrado. Las cantimploras fueron rellenadas y partieron de nueva cuenta con Yoshira arriba del caballo, de ningún modo permitiría que cansara sus pies. El camino fue arduo, todo el día, pronto el cansancio inundo los parpados de la chica, y calló presa del sueño. Los chicos continuaron andando, un silencio se suscito entre ellos dos, pues pocas veces habían hablado ellos solos
—Deberíamos quedarnos en el próximo pueblo, ¿no crees? No es muy seguro andar vagando por allí justo cuando va a anochecer
Dijo el flautista poniendo su mirada sobre Yoshira. Eso le daba una paz, tan bello rostro, inspiraba amor y calidez
—No podemos perder tanto tiempo, nos arriesgaremos.
Respondió Kevin sin volver la cabeza hacia su receptor –además con tus habilidades dudo mucho que tengamos algo que temer contra bandidos o ladronzuelos—
—No es algo de lo que me enorgullezca.
Un silencio nubló su conversación durante otros segundos más
—Cuéntame cómo pasó…
—No quisiera recordarle, es una cosa tan atroz que aun hoy en día no puedo perdonarme.
Un largo suspirar salió de sus labios –si te lo dijera hasta tu pensarías que soy una bestia sin corazón.
—He escuchado rumores de ti, pero prefiero oírle de boca del verdadero protagonista. Y ten por seguro que no te juzgaré, ni cambiará mi visión hacia ti. Todos cometemos errores, incluso cuando estamos consientes de ello no significa que podamos enmendarles siempre.
—Esta clase de error no debería cometerse.
Replicó Hamelín bajando la mirada. Estaba verdaderamente arrepentido, pero más que ello, estaba atormentado por su propio pasado. Buscaba desesperadamente alejarse de él, porque lo lastimaba profundamente. Un aire sombrío inundó el ambiente
—¿Me contarás, o no?
Insistió Kevin con un poco más de curiosidad en sus palabras, pero aun no volvía la cabeza. Hamelín asintió con la cabeza, aun sabiendo que lo vería
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—Quieres decir que…
Enunció Kevin volviendo la cabeza, estaba verdaderamente sorprendido por las palabras que no se atrevió a decir por respeto al propio joven. Y sabía que era lo que sucedía, más como todo elegante caballero, guardó un silencio solemne.
—Apenas sobreviví, mal herido, agonizante. Con el alma dañada, mis sueños rotos, mis huesos, molidos. Mi vida se apagó, me llené de rencor eh irá, de mucha malicia, de sentimientos que me convertían en el pensamiento de una bestia, pensamientos negros… y carmesí. Ese era el color que deseaba ver brotar de sus ojos, y de sus manos sucias que arrancaron mi inocencia. Odio… hacía ellos, y hacía el mundo.
Hamelín tomó un bocado de aire profundo, exhaló casi al instante; cerró sus ojos tratando de contener su pasado –entonces juré que me vengaría de ellos, de la humanidad por permitir que esas bestias existieran, y sin saberlo, me sentí con la autoridad para hacerlo— Kevin no respondió siquiera una palabra, había escuchado de las atrocidades que Hamelín había cometido, aquel gran pecado. La más cruel acción humana.
Pero jamás había realmente oído el sufrimiento que le orillo a hacerlo. Probablemente él hubiese hecho lo mismo en esa situación. Quizá algo mucho peor que eso.
La noche había inundado todo. A lo lejos podían verse las luces del pueblo próximo. El caballo estaba cansado también. Yoshira dormía plácidamente. Una sonrisa de ternura se dibujó en Kevin al verla en todo el esplender de su intrínseca y natural belleza. Se encontró sorprendido a sí mismo.
—Quizá deberías contarme el resto luego…
Intervino el joven de traje con un tono más solemne. Comprendiendo más cosas
—Sí, quizá para la próxima noche.
Respondió el flautista con la mirada baja.
El pueblo se hacía más y más visible conforme avanzaban hacía el. En la entrada había una caseta de peaje. Tal vez recibían muchos viajeros. Apenas unos minutos pasaron para llegar a la pequeña construcción de madera, no era algo elaborado, solo un par de velas colgando y un anciano.
—¿Qué los trae por aquí viajeros?
Preguntó el anciano mientras extendía su arrugada y frágil mano
—Quisiéramos pasar la noche en una posada. Venimos de un lugar lejano, y como sabrá señor, estamos cansados.
Dijo Kevin al tiempo que entregaba una monea de plata al viejo.
—Adelante, déjenme recomendarles la posada de Mary, es acogedora para las noches tan frías que se pasan por estos lugares.
El Maestre dio las gracias al hombre y continúo su camino. Hamelín ocultó su rostro en las sombras. Al anciano le pareció peculiar, pero había pagado el peaje. Eso era todo.
No tardaron mucho en localizar la posada de Mary, una gran casa hecha de madera con un techo a base de tejas naranjas. La casera era una mujer de edad avanzada. Sumamente dulce en su hablar. Con un cabello gris que contrastaba con su pálida piel. Sus ojos eran marrones obscuros, parecían siempre cansados, incluso así, le daban un aire tan sutil que incluso se podría decir que era un gesto de elegancia. Una anciana adorable por donde fuese. En cuanto a su casa, era muy grande por dentro. Innumerables muebles con tapiz rojo. Cuadros y muchas flores aromáticas que hacían que el recinto oliera a los más finos perfumes.
Una monea de plata costó la habitación para dormir, otra moneda de plata costó el establo para que el animal descansará. Después de los arreglos ella les condujo al segundo piso. Kevin llevaba en brazos a Yoshira. Un cuarto casi al final pasillo. Con una llave rustica la chapa abrió de un giro, mostrando una sola cama que se veía muy suave. Kevin no dudó un segundo en decidir que Yoshira dormiría allí. Hamelín asintió con la cabeza. Ellos pasarían la noche en el suelo, todo sea por su más dulce dama. Y con el sonido de los suaves pasos de Mary alejarse. La vela se apagó de un soplido. Un sueño profundo les inundó al momento. Fue un camino agotador.

Con un tajo de sorpresa Yoshira se levantó. Comenzó a jadear como si hubiera corrido por kilómetros. Su cabeza dolía horriblemente, una jaqueca taladrante. Volvió su mirar hacía ambos lados, allí estaban Kevin y Hamelín, durmiendo tranquilamente. Sonrió con ternura al contemplar el lindo cuadro. Con la cabeza inspeccionó el cuarto de pies a cabeza. Su búsqueda culminó en una ventana amplia que estaba alado de un pequeño buró. Apenas podía observar desde esa posición hacia afuera, pero notaba lo suficiente para saber que era de noche.
—Han caminado durante todo el día trayéndome.
Murmuró para sí misma –Debería hacer algo más por ustedes. A este punto sus palabras se habían envuelto en un tono de melancolía. Incluso quizá un poco de culpa
—¿Cuánto más?
Dijo una voz masculina provocando que Yoshira diera un salto de miedo. No había nadie que le respondiera. Y definitivamente no era la voz de Kevin o Hamelín –No debes asustarte, no te haré daño. Continuó la voz
—¿Dónde estás?
Preguntó la chica en tono bajo. Sus dientes castañeaban
—Aquí abajo.
Respondió con un tono más severo. Yoshira bajó su mirar al suelo para notar un pequeño conejo. Un peculiar roedor con una nariz rosa y graciosa. Un fino chaleco con encajes delicados color azul marino. De pelaje negro y blanco, una mancha en el que parecía un elegante moño justo a la altura de su cuello.
—¡¿U—u—un… conejo… que habla?!
Exclamó a todo pulmón. Cubrió su boca con sus manos al instante. Pero nadie se levantó en absoluto.
—No te preocupes por ellos, están agotados, dudo mucho que despertaran incluso si casa se vuela en mil pedazos.
Dijo el conejo con gran elegancia. Tenía un claro acento ingles, tan elegante que si no fuera por el hecho de ser, un conejo, probablemente sería un educado lord de las más altas castas reales.
—¿Qué les has hecho?
Preguntó Yoshira preocupada ante tal situación
—Nada en absoluto, ¿Tengo pinta de un brujo o algo de esa calaña?
Replicó el conejo un tanto más enfadado. Se sentó sobre la cama. Sus patas le hacían ver muy gracioso, puesto que eran largas y esponjosas.
—¿A qué has venido?
—¡Vaya falta de respeto!, deberías dirigirte a mí como Lord Ferdinand Philips Jastal, conde de Célibe Hill
—Eh… tu nombre es un poco largo amiguito.
Dijo ella sonriendo. El conejo frunció el seño en símbolo de molestia. Yoshira abrió los ojos de par en par —¡Eres precioso!— Exclamó dándole un abrazo fuerte. El conejo comenzó a patalear con su esponjosa patita
—¡Suéltame en este instante!
Pronunció con voz alta e imperativa. La chica obedeció al instante
—Discúlpeme, Lord Fernando…
—¡Ferdinand! ¡Lord Ferdinand!
Respondió el conejo a la velocidad de la luz. Al mismo tiempo de su reprimenda alzaba sus pequeños brazos. Yoshira puso una cara graciosa. Realmente el hecho de un conejo sea tan sofisticado debía ser un chiste de primera. –Es verdad que ustedes son tan brutos como cuentan ellos— continuó mientras acomodaba su fino chaleco
—¿Cómo cuentan, quienes?
Cuestionó Yoshira movida por la curiosidad
—Los otros sofisticados miembros del parlamento Infinito, evidentemente.
—Disculpará usted la ignorancia…
El conejo hurgó en su bolsillo por unos instantes hasta sacar un trozo de papel doblado. Menos de dos segundos tomó extenderlo entre crujidos de papel.
—El parlamente Infinito, es una institución que desde los inicios de la creación se ha dedicado a la protección de las relaciones filosóficas y políticas todas las criaturas de nuestro reino y así mismo tratar de regular el desenfreno humano.
Mostró el contenido del papel a la joven. Un documento muy formal redactado con una bella moldura de letra. A la esquina superior derecha un logo con un agila que sostenía dos lanzas y era rodeada de una rama de olivo. Pero el texto, era ilegible, estaba en un lenguaje que Yoshira jamás había visto.
—Me temó que no puedo leerle. Desconozco el idioma en que este papel esta.
El conejo volvió a fruncir el seño con molestia
—Entonces tendré que decirte el contenido, entrégamelo.
En un acto de reflejo la chica obedeció al peculiar conejo. Tomó unos lentes de su bolsillo izquierdo y los puso sobre su pomposa nariz. Ahora se veía mucho más gracioso que antes, pasó por la mente de Yoshira ocultando una sonrisa. Lord Ferdinand

Del parlamento Infinito con la más humilde presentación.
Estimada Señorita, primero que nada debe usted recibir una gran reverencia por tan fina belleza de la que es portadora. Cada galante caballero debe estar a sus delicados pies, seguramente usted alberga una sonrisa radiante como el propio sol. Las flores con seguridad han de envidiar su suave piel y más aun los pájaros de nuestras cortes, su melódica voz.
En nombre de nuestro discreto parlamento, tengo la muy alegre noticia de informar que, mediante un unánime voto de todos nuestros representantes, usted ha sido elegida como el primordial canciller de la raza humana dentro del parlamento. Un honor que por primera vez es otorgado, pero en virtud de su infalible corazón, puro y sincero; tomamos el claro atrevimiento de nombrarle como la persona más adecuada para el cargo. Por ende mismo, Lord Ferdinand en persona, el Canciller del país de los Conejos ha decidido darle la noticia con ansia de presura, y derecho de desconfianza sumamente respetable.
Más sin embargo, el Parlamento ha cedido en la palabra de someterle a una prueba, de la cual el honorable Lord Ferdinand será su sensor. Una vez aprobada la decisión, y con la firma del antes citado, y la propia. Podré a sumir el cargo inmediatamente, y con ello, todas las retribuciones que este importante cargo conlleva.
Con la más dulce despedida.
Lord Guílleme, Canciller del país de las Ardillas.
Anistondash10 de julio de 2012

1 Comentarios

  • Ldamien

    Conejo con unos lentes, tardé como unos tres minutos para parar de reírme, ¿Qué pasará, Yoshira aceptará eso o se irá al lago de los mil suspiros?

    11/07/12 12:07

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