TusTextos

Ciclo Sin Final.

No entiendo nada, no lo entiendo a él y por no entender no me entiendo ni a mí.
Empezamos a hablar hace meses, aún me acuerdo como si fuera ayer. Fue un poco antes de fallas, yo nunca me había fijado en ti pero tú siempre me mirabas y sonreías por los pasillos. Tu sonrisa, a pesar de los brackets, es la más bonita que he visto. Porque además la sonrisa no es sólo eso, incluye lo que transmite y el cómo te hace sentir y ni te imaginas lo que me hace sentir la tuya, cómo me eriza la piel.
Un día, entré en tu clase, para hablar con la profesora más peculiar que conoceré en mi vida, y fue como siempre. Vosotros con vuestras tonterías y vuestras hormonas mirándome y las chicas de vuestra clase verdes de envidia.
Llegué a casa, y como si de una relación de toda la vida se tratase me hablaste con total confianza, con tu picardía de niño, con tus tonterías y me dijiste que no podía entrar en tu clase porque te distraía. Yo le di vueltas, pero tu edad me importaba más bien poco y decidí que no pasaría nada si accedía a tu petición y te daba mi número. ¿Qué podía pasar, no? Pues bien, pasó lo peor, que me he empezaras a gustar.
Todo se resumía en hablar de tonterías que siempre nos llevaban a parar al mismo sitio, y era muy apreciable sólo con leerlas, nuestra atracción. Recuerdo las notas de voz, cuánto daño han hecho esas notas. Tu voz, ese sonido que me estremecía y estremece, acompañado siempre de tu risa. Eso sí que es la melodía más bonita que jamás escuché. Me gustaba hablar contigo y comencé inconscientemente a acostumbrarme, a engancharme a ti. Sin embargo, de repente algo cambió, nadie sabe muy bien cuándo, ni por qué, pero ya no me hablabas, no contestabas a mis mensajes y yo me ponía más nerviosa a medida que pasaban los días aunque entonces te veía, me sonreías o me decías cualquier cosa y directa al hoyo; ese tan profundo que me atrapa cuando me miras, como si no existiera nadie más. Volvimos a hablar unos días y se me ocurrió proponerte quedar, tonta de mí; me diste una negativa y todo parecía seguir igual, no tenía por qué arrepentirme, o eso parecía. Pero volvía a pasar, volvía a pasarme los días pendiente del móvil, de que sonara ese sonido característico que me indica que me has hablado. Ese sonido que me saca una sonrisa de oreja a oreja, ese sonido que me pone nerviosa porque sé que eres tú; aunque ese momento no llegaba. Pensaba que eras como todos, como yo, orgulloso y te hablaba tragándome mi orgullo con doble de azúcar, pero me ignorabas.
En fallas, siendo yo como soy, lo solté todo. Te hice saber cómo me sentía, te lo conté todo y fue peor el remedio que la enfermedad. Quedamos como amigos, claro, pero no volvimos a hablar.
Pasaban días y yo ni me acordaba, alguna vez nos cruzábamos y otras te pedía algo para llamar tu atención porque por alguna razón seguías mirándome por los pasillos, como si aún hubiera algo entre los dos. Seguían pasando los días y yo seguía con mi vida, nuevos chicos, nuevas distracciones, total, sin ni si quiera habernos tocado no podía sentir mucho por ti, ¿no? (me equivocaba).
Así que, seguí a lo mío. Después, un día, tenía una bajón y recordé que siempre tuvimos una gran confianza a pesar de lo poco que nos conocíamos y nos contábamos todos y te lo conté. Tú tan atento como siempre me ayudaste y aproveché el ambiente de confianza que formamos para hacerte la pregunta. Qué podía haber pasado para que te echaras para atrás, por qué no quisiste quedar, por qué dejamos de hablar. Me dijiste que faltaba química, yo discrepaba en eso pero no pretendía volverme a arrastrar.
Pasó el tiempo, cada vez cada uno más a su bola, aunque seguíamos cruzándonos, como desconocidos pero sin apartar la mirada el uno del otro y entonces, después del tiempo suficiente para que yo me olvidara decidiste volver.
Más tonteo, más miradas furtivas, más sonrisas y más miradas. Hablamos y parecía que tenías muchas ganas de hablar; comentamos la posibilidad de quedar y de qué podría pasar y dijiste que sí. Yo, desconfiada como siempre te pregunté si cambiarías de opinión porque no iba a estar detrás de ti toda la vida, me contestaste que no y seguimos a nuestro rollo. Todo era incluso mejor que la primera vez, se notaban las ganas. Nos cruzábamos y te quejabas siempre de que no te saludaba aunque yo lo hacía para que me lo dijeras. Pero pasaron días y cada vez estabas más distante, no te quise agobiar para que no pasara otra vez lo mismo. Volvieron los celos tontos y el sentirme como una tonta. Y aquí estoy, pensando en si debería volver a preguntarte el por qué me evitas, por qué haces esto pero, ya no sé que debería hacer, porque ya no entiendo nada. ¿Si pensabas irte, para qué coño volviste? Y como un ciclo sin final, se volvió a repetir otra vez la misma historia.
Anitah16 de mayo de 2014

2 Comentarios

  • Superandoloimposible

    Hola Ana, antes de nada felicitarte por el texto porque es muy bueno. Pero por otra parte, me preocupas. Estás pasando una situación muy mala, y es bastante complicada. Por una parte si sientes celos es porqie le quieres en tu vida pero, por otra, tienes miedo de volver a sufrir por el. De que ocurra otra vez la misma historia. Tan solo puedes decidir tu, por desgracia o por suerte. Si arriesgarte otra vez más para conseguir esa posible felicidad junto a él, o echarlo todo a un lado para no volver a sufrir. Te deseo lo mejor guapa, espero que pronto seas feliz de nuevo. Un besoo.

    18/05/14 11:05

  • Anitah

    Muchas gracias, le verdad es que pensé que a nadie le gustaría pero necesitaba soltarlo todo.
    Y sí, es justo eso pero no sé, el otro día hablamos y eso, pero a él ahora sólo le interesa el físico y no sé, es todo raro porque yo prefiero que sólo quiera eso a quedarme sin él; un poco triste supongo. Gracias por el apoyo.

    19/05/14 10:05

Más de Anitah

Chat