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Para Qué Pido Ser Cuerda, Si Prefiero Atarme a él

Me encuentro en la cama, tumbada, mirando al techo como si me acabara de despertar y todo esto sólo hubiera sido un mal sueño pero, no es así. El dolor resulta demasiado real, demasiado punzante, demasiado profundo. El vacío del pecho que empezó dócil, ha ido cabalgando para ganarle la apuesta a la vida, esa misma, que ahora sin ti, no encuentra cabida, está vacía. Y es que ya me había acostumbrado a la peca que tienes en tu ojo derecho, a esos ojos verdes y a la profundidad de tu mirada. Cómo me atravesaban cuando te confesaba que te amaba, o cuando el sol con timidez se acercaba y yo me quedaba embelesada porque sentía que lo que estaba viendo, en realidad, era tu alma.
Ya me acostumbré a tu sonrisa, tan contagiosa, tan espaciosa, que casi no te cabe de oreja a oreja. Aunque he de confesar, que esa sonrisa, me transmitía algo más que buenas vibraciones, me hacía feliz. También me acostumbré a tus besos en mi nariz, sin olvidar los de la boca que me volvían loca y en la frente, que despejaban mi mente. Esos besos que podrían haber sido mi hogar fácilmente. Acostumbrada también a tus abrazos, ya no sé hacia dónde dar los pasos. Dejarte escapar y entender que soy un fracaso. Luchar por lo mejor que en la vida me ha podido pasar. Y es el miedo a fracasar, a perderte del todo, el que me hacía sentirme de este modo, tan desolada, sin ganas de nada.
Hasta que al darme cuenta, de era yo la que siempre he criticado a los conformistas y no es por pasarme de lista, pero no soy de las que se rinde a la primera de cambio, por eso he decidido, ser yo la dueña de mi destino. Que sabiendo que el me ama, no pienso quedarme tumbada en la cama.
Anitah18 de septiembre de 2016

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