La última inyección venía decidida.
Y tu hocico húmedo era adorno.
De los universos inocentes que eran tus ojos.
Como si se supiese que se depara para cada uno.
No había movimiento, ni resistencia.
La expresión se reflejaba soñoliente y agotada.
No te querías ir, tenías miedo.
A pesar de que la decisión era irreversible.
Ya se encontraba corriendo dentro el pacto.
Enrede tu cabeza oscura con mis palmas.
En el contacto visual de la luz que se apaga.
Considerando el aliento que desprendía vapor, mudo.
Ninguna caricia te iba a devolver el pálpito.
Quería negar, el concepto, imaginarte indestructible.
Que voltearías y me pidieses más vitalidad, como de costumbre.
Pero ya no había mas nadie en casa.
Caía pesada tu consistencia, inmóvil.
Descansando sobre tu manta, de tantos días de sueño.
Las extremidades débiles que ahora se dejaban manejar sin más.
Fue tan doloroso verte cruzar la frontera, ojo a ojo.
Se enseñaron valores en la sencillez de la pureza.
Como si fuese un cristal, ya no había mas nadie atrás.
Las sacudidas y las palabras corrompidas sin retorno.
Con todos los recuerdos que volvían a golpearme.
Pero ahora que vuelas debo verte desde la tierra.
Inmortalizado con total cariño, de tus colegas cercanos.
Tanto como de los nuestros, tus aprendices.
El ánimo sincero, bonachón y juguetón, que no entendía de años.
Los intereses propios no existen en esto.
Ni la intención de una eternidad segura, lo remunera.
Es la simple intención de poder.
Cruzarte una vez más. En algún lugar.
En esos segundos de muerte, se puede aprender mas de la vida.
Que en toda una vida sin muertes.
No tengo intención, de crear una obra artística, ni significativa.
Quiero que tu recuerda siga vivo hasta el día mas lejano.
Por eso en tu honor, amigo mío, aunque muerto. Te recuerdo y te amo.
