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Historia Incompleta. Capítulo 5.


El anciano cerró los ojos y contuvo el aliento. Sintiéndose como una presa acorralada, a la que están a punto de dar caza. La puerta se abrió. No podía verlos pero sabía que estaban allí, pues podía oír sus pisadas al entrar. Supo que eran varios. Se le acercaron, mientras él les esperaba, indefenso. A simple vista, podría parecer que se había resignado a que le matasen, pero en realidad lo que le pasaba era que estaba paralizado por el miedo... sabía que había llegado su hora y era inútil escapar. No podía. Le faltaban las fuerzas y el valor necesario. Quizás el muchacho lo consiguiese, quizás... él lo tenía más difícil. Distinguió otro sonido, algo metálico que comenzó a arrastrarse y a arañar el suelo... alguno de sus verdugos llevaba algún tipo de arma.

Katrina se abrió paso entre sus camaradas. Todos perseguían una causa común, servían a Hécate, y en su nombre debían obrar, no había lugar para vacilaciones ni dudas. Todo sacrificio tenía un motivo y todo ritual, un objetivo. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio y era un honor para ella haber sido designada para llevarlo a cabo. Todo debía ser realizado minuciosamente o el ritual no funcionaría.

Se había puesto la túnica negra para la ocasión y esta vez había elegido usar una enorme hacha, porque era un arma contundente, cortante y sin duda letal... en dos palabras: era perfecta. El anciano estaba allí esperándolos, con los ojos cerrados. Parecía tranquilo, eso la desconcertó un poco. Le gustaba ver las miradas asustadas e indecisas de aquellos pacientes a los que tenía que matar. Tenía la sangre fría necesaria para ejecutar bien aquel trabajo y notar como sus pacientes la temían, la llenaba de una gozosa sensación de poder. Sin embargo, el anciano permanecía allí, inmóvil, como esperando a que le matase. Creyó que una persona así, sin apego a la vida, no merecía vivir... Cogió su hacha y la arrastró por el suelo, con la esperanza de que el anciano reaccionase.

Eran cuatro en la habitación, el anciano y tres monjes vestidos de negro... uno de ellos era Katrina. El hacha rasgó el suelo y el anciano abrió los ojos, dirigiendo la vista hacia el ruido. Katrina observó que el anciano estaba temblando...

-Sabes una cosa, Katrina, todo moribundo debería poder tener un último deseo antes de morir. Hasta aquellos que están en el corredor de la muerte, llegado el momento se les permite decir unas palabras antes del final... ¿Significa eso algo para vosotros, bestias inmundas?...- Dijo el anciano con un tono digno de lástima, su voz se quebraba y su lucha interior por no dejar escapar una sola lágrima era cada vez más complicada.
Con algo de intriga, Katrina echó una ojeada a los otros monjes, como esperando su aprobación, el más alto de ellos asintió. Katrina respondió:
-Bien, viejo, hoy me siento generosa. Deléitanos con tus últimas palabras, la gente antes de morir suele decir cosas interesantes...
El anciano les dio la espalda y abrió la ventana de par en par, ante las miradas expectantes de los presentes.
-Yo no he elegido cuando nacer, ni haber llegado a este hospital de locos, ni creo haber decidido que hoy tengo que morir... parece que no he tenido la oportunidad de decidir nada importante en esta vida. Sin embargo, si que hay algo que puedo hacer en este punto, y es elegir cómo morir, no voy a dejar que me arrebatéis ese privilegio.- Se subió a la ventana con ávida rapidez, como si lo tuviese todo planificado desde un principio y bien estudiado. Katrina, comprendió de pronto el propósito del viejo. Quería suicidarse, no era eso lo que esperaba, los locos siempre actuaban de manera impredecible.- Si he de morir, yo voy a decidir cómo hacerlo. Y Katrina, no eres más que una zorra que se hace pasar por enfermera, no engañas a nadie, eres una pésima actriz. No tengo nada más que decir.
El anciano iba a echarse por la ventana para acabar con su vida y así no funcionaría el ritual.
-¡Oh, mierda! No es así como debe ocurrir...- Katrina dejó caer el hacha al suelo, que hizo un ruido seco y estremecedor al caer. Se abalanzó sobre el anciano, con una agilidad descomunal. Pero el anciano, se dejó caer desde la ventana, sin vacilar...-¡Espera!-Gritó Katrina, pero era tarde.
La caída duró un par de segundos que a Katrina le parecieron ir a cámara lenta hasta que el anciano se desplomó en el suelo y se quedó allí tendido un rato. Luego, inexplicablemente se levantó y comenzó a alejarse cojeando ante la atónita mirada de la enfermera. Katrina se quedó impresionada, muchos otros pacientes habían intentado escapar o rebelarse, pero ninguno había tenido éxito. Había subestimado al viejo ciego, loco y ahora también tullido. Había cometido un imperdonable error y debía solucionarlo.
-¡Venga, no os quedéis ahí quietos! ¡Moveos, atraparlo y llevarlo a la iglesia! ¡Sólo es un viejo! Y se a burlado de nosotros....

Los otros dos monjes corrieron a la puerta y se perdieron en la oscuridad del pasillo. Katrina se detuvo a recoger el hacha. Al agacharse, escuchó un sonido en el interior del armario. Allí había alguien, y había estado espiando. Había estado tan pendiente del anciano, que casi le había pasado desapercibido que allí pudiese haber alguien más. El cobarde que se ocultaba había cometido un imperdonable error: moverse.

Katrina, ahora vestida con su atuendo negro, como el resto de perturbados. Se agachó a recoger el hacha, de un tamaño desproporcionadamente grande para una chica como ella. Y que sin embargo, manejaba con destreza. Katrina se irguió, emitiendo una risotada. Esa mujer estaba completamente loca. Deseo con todas sus fuerzas que el anciano consiguiese escapar de aquel matadero al que habían ido a parar, sabe dios por qué, y él, también...
-¡hola!- Dijo Katrina con un tono burlón .- ¿Quiere alguien, dentro del armario, salir a jugar conmigo?-Katrina se giró y dirigió su mirada hacia el lugar donde él se escondía.
-¡Mierda! Me ha descubierto...- Susurró el joven, con una mezcla de pánico y fastidio.
Se dijo a si mismo que era sólo una mujer. Una puta psicópata asesina... pero, al fin y al cabo, sólo una. Los otros se habían ido, y sólo quedaba ella. Pero llevaba un hacha y estaba pirada. No le gustaría averiguar que podía hacerle con ella.
-¿Tiene miedo el ratón asustado en su madriguera?- Katrina se sentía entusiasmada ante la idea de realizar dos sacrificios aquella noche. Se aproximó cautelosa. –La paciencia no es una de mis virtudes, si no sales tendré que ir a buscarte...

El joven buscó algo en el interior del armario que le sirviese para golpearla y encontró una botella. Ella se acercó y con una fuerza descomunal clavó el hacha en la puerta del armario, atravesándolo y de paso acertando de lleno en su hombro izquierdo. Un tremendo dolor recorrió su cuerpo. Le había abierto un corte en el hombro, la herida comenzó a sangrar y a doler terriblemente. Le pareció increíble que le estuviese sucediendo eso. Katrina no se andaba con tonterías, si no reaccionaba a tiempo, acabaría con él...
-¡Ah! ¡Maldita!- Exclamó el joven, mientras abría la puerta con rapidez y empujaba con ella a Katrina, que continuaba empuñando el hacha incrustada en la puerta.
El joven salió del armario y la vio a los ojos, parecía muy irritada. Él tenía la botella de cristal en la mano derecha y con toda la fuerza que pudo reunir, la golpeó con la botella, haciéndola pedazos en su cabeza. Sí, era una mujer de carne y hueso, y tras el golpe, un reguero de sangre bajó por su frente. Ella se desvaneció, parecía haber perdido el sentido. Era pronto para cantar victoria, pero después de todo parecía haber ganado el primer asalto.

Él estaba muy nervioso y alterado, sentía palpitar su corazón fuertemente en el pecho. No estaba acostumbrado a vivir en primera persona situaciones en las que se jugaba su propia vida. Katrina quedó tendida en el suelo. Con una herida y cortes en la frente. Parecía inconsciente. El hacha continuaba insertada en la puerta del armario. Le dio la espalada a la mujer tendida en el suelo, decidiendo coger el hacha y acabar con Katrina, pues en este momento se sentía capaz de matarla. Era una asesina, ella le mataría si tuviese la oportunidad. Sin más preámbulos empuñó el hacha. El hombro le dolía demasiado. La herida era profunda. Tuvo que reunir todas sus fuerzas para sacarla de allí.

Un gemido a sus espaldas, Katrina se despertó y con una fuerza excesiva para una mujer, lo agarró por el tobillo, empujándolo y haciéndolo perder el equilibrio. Él se tambaleó y se vino de bruces al suelo. Al caer todo su cuerpo se estremeció, su hombro le dolió tanto que creyó que no podría soportar y se desmayaría.

-¡Arg! ¡Puta! ¿Por qué haces esto?, lo siento, pero no voy a dejar que acabes conmigo...-Apoyando el brazo herido en el suelo, trató de incorporarse y con el hacha en la mano derecha, atacó a Katrina. Ella como si hubiese adivinado su ataque y con una demostración de esquiva asombrosa, se apartó. Se levantó, tal cual habría hecho un felino y le miró fijamente, como escrutando en su interior. Daba miedo, con su cara de desquiciada, su melena suelta y desdeñada tapándole la cara, sus cortes superficiales en la frente... y esa mirada que parecía que podía paralizar a cualquiera. Con una macabra sonrisa ella contestó:
-Bien, si te resistes será más divertido. Te advierto que no tendré piedad.-Dicho eso Katrina cogió una silla que había junto a una mesa, amarrándola a modo de arma. Al joven le pareció muy rápida. Tuvo miedo de que le golpease con la silla... Trató de incorporarse, sosteniendo el hacha con ambas manos.

En ese momento, se escuchó un alarido en el exterior... era el anciano. Al joven la realidad le pareció demasiado cruel, supuso que los monjes, o lo que fuesen, habían capturado al anciano. Con la intención de desmoralizar a su adversario, Katrina le espetó:
-Tengo una mala noticia: creo que tu amigo está muerto. Y una buena: pronto te reunirás con él.- Dijo conteniendo una carcajada, el joven empezaba a llorar...
Ella levantó la silla y, a partir de ahí, todo ocurrió a una velocidad anormalmente reducida: La silla se acercaba y él trató de defenderse con el hacha. La silla le golpeó la cabeza y eso fue seguido de un dolor agudo, devastador... Otro golpe y otro. Para el joven todo se tiñó de rojo, el dolor le pareció distanciarse, la visión se nubló hasta desaparecer y, finalmente, todo se volvió negro y silencioso. El joven se había desmayado. Katrina continuaba con un pedazo de silla en la mano, el resto se había hecho añicos en el suelo. El segundo asalto lo había ganado ella. Con una sonrisa triunfante, lo asió por las piernas y se lo llevó a la iglesia.


* * *


El joven se despertó en una camilla, atado a ella, inmovilizado. Estaba en una sala que no conocía. Se sentía muy aturdido y desorientado. Le dolía absolutamente todo. Se preguntó por qué seguía con vida. A su alrededor había varios monjes. Le pareció que Katrina estaba entre ellos. A su derecha otra camilla, en ella reposaba el anciano. Estaba inconsciente o quizá muerto... Él estaba conectado a una máquina que mostraba los impulsos de su corazón. Se lamentó por seguir viviendo, temía lo que fuesen a hacer con él. Debía haber muerto cuando Katrina le derrotó. Suspiró. Seguir viviendo y estar en manos de esos perturbados era una condena.

-¿Qué significa todo esto?- Susurró el joven.-Dime, Katrina, ¿por qué haces esto?, no me digas que has tenido una infancia traumática, que los niños te tiraban piedras en el colegio, tus padres te maltrataban o que algún maestro te violaba... porque ni aún así podrías justificar tus actos... y lo mismo le digo a tus colegas los encapuchados muditos.
-¡Oh! ¡te has despertado! créeme, ya me he desahogado golpeándote y haciéndote daño, no conseguirás enfadarme con tus niñerías. Has perdido. Tu burdo intento de acabar conmigo fue lamentable. Mis razones para hacer lo que hago no te incumben. Dime, ¿estás listo para hacer un largo “viaje”?.- Katrina parecía entusiasmada, mientras cogía una inyección y se la inyectaba en el brazo derecho. Los otros monjes, lo envolvían en algo, similar a una manta, muy frío.-Nosotros lo llamamos ritual... primero consiste en dormirte profundamente. Risotadas y murmullos de los presentes.

Lo de dormirlo profundamente, le sonó fatal. Sólo esperó que fuese rápido e indoloro... Empezó a tener frío, a tiritar... Alguien dijo que su temperatura corporal estaba bajando... muy deprisa. Hipotermia. Era así como le matarían. Nuevas inyecciones. Estaba envuelto algo que lo estaba congelando rápidamente. Una sucesión de imágenes le vino a la mente, eran recuerdos... Se acordó de una chica, Hanna, su novia... la fuga que habían emprendido juntos, recuerdos de su infancia... Era irónico que recordase su pasado justo antes de morir, cuando ya no valía de nada. Su temperatura corporal bajó demasiado, hasta que su corazón no pudo resistir y se paró.
Y así fue como el joven, que antaño se había llamado Louis, se recuperó de su amnesia, para después fallecer.
Arianne01 de octubre de 2008

3 Comentarios

  • Purple

    nooo.. jooo k pena.. porque siempre los buenos? bueno que est? muy bien, tia que rapidez.. pero bueno.. pero qu? le hicieron?
    bueno chau, y sigue as?, cuanto m?s queda?
    chauuus

    01/10/08 08:10

  • Arianne

    A ver, confieso... Desde el principio ten?a 6 ca?tulos, ni uno m?s... Los he hido revisando y publicando. Cuando ponga el 6 ni yo s? hacia donde ir? esta historia... Posiblemente se qede ah?...

    La idea de todo esto me pareci? buena tras una ruptura sentimental m?a... Lo de qe una pareja tomase caminos separados... hacia un final incierto...

    Ahora no s?...

    Me gusta cargarme a los personajes, es una man?a muy fea, ya... I'm sorry.

    Besitos

    01/10/08 09:10

  • Deathxlove

    precioso...me encantaaaa!

    SANGRE,SANGRE!*O*

    05/10/08 10:10

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