Llegaste un día y me dijiste
que yo no te importaba
que era uno más
que solamente tenia la ventaja de la distancia.
Recuerdo, que en aquel bar llenos de viejos y viejas
que han renunciado a recordar
para esperar su ultimo suspiro,
pateé aquella botella de cerveza
y el ruido
era la única maldita cosa
que llenaba el lugar.
(Era un océano
era una cordillera
era un buitre merodeando
en algún campo de batalla).
Unos pasos dados
en la noche hacia
algún lado.
Ateos
del dogma del amor,
cautivos
de la carne,
los fluidos y
las mentiras.
Magnífico, mi amado Ateo. Te encuentro algo cambiado. Pero te sigo queriendo igual.
Cuanto te dolió todo. Cómo me habría gustado curarte tus heridas. Te espero en el paraninfo de los dioses.