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The Wings

Los matorrales estaban congelados. La nieve estaba por llegar a un mundo en el que las alas no son bien recibidas, en el que las miradas pesan más que los cuchillos y son más afiladas.

Pero dentro de ese minúsculo hogar de tela, los cazadores estaban de más y hacía más calor que en cualquier hogar de hormigón. Los alientos eran un mundo y en esa casa tan vulnerable solo crecían para acariciar la piel de dos siervos desterrados del pueblo. Huyendo quizá de aquellas tierras vedadas se recluyeron en lo alto de una montaña dibujada a golpe de guitarra y armónica.

Hacía frío, es cierto y las ovejas que tenían que cuidar a su amo en ocasiones huían y se perdían con la escarcha o eran destripadas por lobos esteparios. Pero no importaba.

Importaban los amaneceres violáceos, los anocheceres devorados por la aurora boreal. Solían descansar en el suelo a los pies de aquella tienda de campaña improvisada, cerca del fuego. Con una bota de vino y conversaciones estrepitosas. Era lo suyo, tenían la sensación de haber nacido para vivir esos momentos y encontrar en el otro al niño que alguna vez perdieron.

Una noche, tras una de esas conversaciones descarnadas, una mano se poso sobre un cuerpo herido. Otra mano venció al hielo, consiguió tocar otro cuerpo hambriento. La capa de hielo que cubría sus dedos se desconchó y más tarde se derritió cuando por fin sus lenguas se encontraron en medio del abatimiento.

Había nacido el amor entre dos siervos desterrados, sus alas desarrapadas empezaron a engrandecerse, sentían que ya podían volar.

Pero un día el verano llegó, ya no había que cuidar ovejas. Ya no habían golpes de guitarra, ahora solo quedaba un pueblo esperando y lleno de odio a los seres desterrados.

Descendieron por la ladera, con el paso de los años sus alas se fueron encogiendo y solo crecían una noche cada década.

Un día gastado el asesino apareció con botas de cuero y cortó sus alas en uno de sus encuentros decenios.

Ya no había pájaros en las montañas, ya no volvieron a escribirse canciones de amor prohibido.
Bajollave22 de enero de 2011

2 Comentarios

  • Norah

    Es en verdad brillante tú decir, no he sabido en que verso detenerme.Beso grande.

    23/01/11 05:01

  • Agora

    Llevo rato leyendo todo lo publicado tuyo aquí desde el primer día.
    Sobrecogida me detengo en este, sin palabras ni interpretaciones, solo admiración!
    gracias por escribir!

    03/07/11 12:07

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