TusTextos

Cuarenta

Al despertar
el padre Inti toca a mi ventana, interrumpe
el largo y profundo sueño
de ángeles y musas tocando sus liras,
repartiendo uvas, llenos de un frenesí embriagante.

Coloco los pies en el suelo
(empezando por el izquierdo).
Mis ojos ven con asombro (y con aspecto mortal)
piel tirada entre mis piernas:
he mudado de carne.

He mudado mi carne
como serpiente que se arrastra y trepa
entre árboles y piedras rugosas.
Es el cambio, luna nueva...

Ha brotado nueva piel,
piel blanca, suave, pura.
Pero hay un dolor en mis dedos, en mis uñas,
me duele el cabello y me duelen los dientes,
como hace varios días: me ardía la piel.

La piel se estremecía
como carne puesta en braza,
Varias lunas han pasado
y puedo hacer abrigos con ella.

Y hay un dolor en mi alma
que mi alma no siente,
y veo pájaros nadando
buscando a sus madres.

Es el renacer, la búsqueda dentro de mi.
Los vagones se detienen,
no hay de dónde sacar carbón y mi piel
pide agua, cremas, jabón.

Me duele la lengua,
otra vez me duelen los dedos y
no puedo escribir.

Cuarenta días después
el Sol volverá a aparecer,
y veré dedos y cabello y uñas y dientes en el suelo,
y sólo agonizará el alma,
como agoniza Saturno para Neruda.
Barandica08 de enero de 2008

1 Comentarios

  • Mejorana

    Una maravilla. Muy inspirado

    10/01/08 07:01

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