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Cuento a Dos Manos (1)

En una silla plástica de la sala de espera del hospital espera ansiosamente respuesta a la situación de su esposa. Aunque presiente que es crítica, trata de avivar la esperanza, pero la expectativa se apaga como una vela sin mecha: su esposa va a morir.
»Unos intentos para descansar... Se abrió la luna y una ráfaga de viento agotó el respiro de unos niños que jugaban junto al mar. Uno de los niños tomaba una concha en la orilla del mar, mientras el claro sonido del océano envolvía sus pies. A lo lejos se divisaba su mujer, con un velo blanco que pendía de su cabeza; el cielo empezó a llenarse de nubes negras, y ella cada vez estaba más lejos. La siguió, y cuando llego a ella el velo tomo un color oscuro: al buscar su rostro encontró una calavera. Sin embargo, esto no le atemorizaba. Trató de preguntarle adónde iba, y una voz oscura le respondió: "a la eternidad". Entre dimes y birretes pudo reconstruir una sonrisa anhelada, y aquel cuerpo esquelético -que era su mujer- le regaló el manto negro.
-Señor: acá están los resultados de su esposa-
-No me diga, señorita- susurró el hombre, mientras se abrazaba a sí mismo- ya lo sé todo.
»La enfermera miró hacia abajo como escondiendo su mirada, la sombra que reposaba sobre ella lograba esconder su frívola forma de ver las cosas y, como por efecto cinematográfico, una sonrisa mortal asustó al hombre.
»Estaban lejos, perdidos, pero nunca tan solos y tan acompañados… al tiempo tan juntos y tan eternos. Los niños danzaban a su alrededor, y acariciaban sus cuerpos que se convertían en uno solo. La noche invitó a las estrellas a este espectáculo. Una lágrima broto de sus mejillas y este fue su último gesto de amor a su esposa. En una concha, la mujer trató de guardar los raudales de lágrimas que emanaban de los ojos del hombre: lo logró, mas sólo una cayó en la arena densa de la playa. Pero de quien era la enfermera, de quien era su amada ya no había nada, ni siquiera playa.
Solo. Solo en sus pensamientos, solo con su imaginación añorando que en el hospital donde trabajaba se labrara una historia de amor que finalmente le perteneciera a él.

© 2008. Derechos Reservados.
Escrito por Jenny Paola Bernal y Christian Barandica.
Barandica28 de junio de 2008

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